Restringido
El desparpajo de la Sra. Aguirre
Cuando la Sra. Aguirre propone ocultar a los sin techo, no sólo intenta tapar el sol con un dedo escondiendo sus resultados después de nueve años al frente de un gobierno, sino que también ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre la mendicidad que se inició hace quinientos años.
A mediados del siglo XVI se produjo en España el gran debate sobre las leyes de pobres. Las cortes de Valladolid de 1523 pidieron restricciones a la presencia de mendigos en las calles; dos años después, las Cortes de Toledo formularon la petición de que «en los pueblos se examinen pobres é mendigantes é que no puedan pedir por las calles sin cédula de persona diputada por el regimiento».
Las crisis siempre generan problemas sociales, en las de 1538 y 1539 se produjeron hambrunas que arrojaron a las calles a toda una oleada de vagabundos y mendicantes. Tal dimensión tuvo el problema, que el emperador Carlos V tuvo que buscar una solución. Pidió al cardenal Tavera, un hombre de sentido común y pocos prejuicios, que diseñase una solución a esta situación.
Domingo de Soto y el benedictino Juan de Robles fueron los protagonistas de un debate que parecería actual por su contenido: beneficencia o Estado.
El liberalismo económico volvió a avivar el debate. Malthus, Ricardo, N.W.Senior y McCulloch nunca se pusieron de acuerdo sobre el remedio al crecimiento de las clases desposeídas con la revolución industrial.
Y por increíble que parezca, la controversia se sigue produciendo en la sociedad actual, especialmente cuando en situaciones de crisis los problemas van en aumento. Ha sido una constante histórica intentar ocultar la mendicidad, la razón es que nos incomoda que nos pongan un espejo enfrente que desnude nuestra conciencia.
En sociedades opulentas se sigue generando miseria y exclusión social. El sociólogo polaco Zygmunt Bauman define a esos sectores como infraclases formadas por pobres y excluidos sociales, sin dinero y sin capacidad para consumir. Es el resultado de una sociedad en la que una especie de dura selección social excluye a aquellos que son consumidores fallidos.
Para Bauman, en las sociedades occidentales, la cuestión social respecto a esa clase consiste, no en incorporarlos al sistema productivo, sino en cómo excluirlos y esconderlos.
Esto conduce a confundir la lucha contra la pobreza con la lucha contra los pobres.
El último episodio lo ha protagonizado la Sra. Aguirre, no podía ser de otra manera. Ella ha sido presidenta de la Comunidad de Madrid durante nueve años, ha tenido la responsabilidad de gobernar un presupuesto de 22.000 millones de euros en una región donde la renta per cápita es de las más altas de España, sin embargo, con ella, la desigualdad se ha convertido en una dramática seña de identidad en Madrid.
Todos los que ejercemos alguna responsabilidad política debemos coincidir en que el poder no es un fin es sí mismo, sino que es un mero instrumento para lograr los verdaderos objetivos, que son la reducción de las desigualdades insoportables, la protección ante las contingencias en la vida y el desarrollo de la proyección de las personas en toda su amplitud, eso es lo que significa realmente la libertad.
La distancia entre ricos y pobres se agranda a un ritmo desconocido, y es precisamente esa brecha la que, además de poner en riesgo a las clases medias, acelera la maquinaria de expulsión del sistema de hombres y mujeres.
Los gobiernos sirven para paliar las injusticias y las inequidades que genera el mercado por sí solo. Tienen varios instrumentos, las políticas sociales y de lucha contra la exclusión, las políticas fiscales y el acierto en el gasto público.
En definitiva, el debate sobre si queremos una sociedad de acumulación de la riqueza en pocas manos, con niveles de desigualdad intolerables, o si apostamos como sociedad por el fortalecimiento de las clases medias. Y si apostamos por las capas medias, hay que diseñar un fuerte Estado de Bienestar sostenible que permita su desarrollo y protección.
Ésta es la cuestión de fondo, miedo dan algunos aspirantes cuando se relajan y se ven las entretelas de su ideario. Pero lo verdaderamente chocante es que ideas tan antiguas como las de las Cortes de Toledo de 1525 salgan de los discursos de algunos candidatos. ¡Qué espanto!
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