Pilar Ferrer
El espejo retrovisor de Podemos
Mucha más trascendencia política que económica. Con un efecto cascada de partidos radicales en la Eurozona, y un crecimiento ególatra de Pablo Iglesias y su formación Podemos en España. Es el análisis que comparten varios dirigentes políticos de distinta ideología en nuestro país. El «tornado» griego, como lo define un ministro del equipo económico del Gobierno, irrumpe con la victoria electoral de Syriza, que hace un auténtico corte de mangas a la política oficial de Berlín y Bruselas, en rebelión contra la austeridad y exigencia de una moratoria para su deuda. Pero sobre todo revela el auge de un partido de izquierdas, combativo contra la corrupción y la llamada casta. Eje esencial del discurso de las huestes de Pablo Iglesias en nuestro país, hermanado hasta las entrañas con el líder heleno ganador, Alexis Tsipras.
En la economía, todo es negociable. Pero ante los sentimientos políticos, la cosa se complica. Es la reflexión que hacían este fin de semana colaboradores de Mariano Rajoy y ministros acostumbrados a duras sesiones de trabajo en la Eurozona. Las últimas medidas de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, para frenar las turbulencias económicas en Europa si Grecia incumple sus compromisos, así lo demuestran. Además, ante la amenaza de Angela Merkel de expulsar al país heleno del euro si se desmanda, el propio Tsipras moderó su discurso. Marcando distancias con el llamado «austericidio», pero dejando clara una vía de negociación sin tirarse al monte. En opinión del Gobierno español, Grecia sólo representa el 2 por ciento del PIB de la Eurozona, pero el peligro del virus populista «sí es un riesgo a tener en cuenta», afirma un ministro del equipo económico.
Hete aquí el reflejo de los comicios griegos en España. Pablo Iglesias se ha volcado en la campaña de Alexis Tsipras y ha enlazado el cambio griego con un nuevo ciclo en nuestro país. Más allá de las medidas puramente monetarias, ambos líderes hacen de su mensaje un azote contra la corrupción y la casta. Conceptos ambos de los que los chicos de Podemos tampoco están limpios, como bien se está viendo a tenor de los escándalos de Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero. Pero tal parece que estos izquierdosos de largo pelo gozan de una bula infranqueable: «Es la oportunidad de probar lo nuevo para acabar con lo viejo, sin pensar en las consecuencias», opina un destacado dirigente del PP. Como una lucha entre la élite engreída y corrupta, frente a otra que está por ver. Con ingredientes de cansancio emocional y demagogia.
La repercusión en España de la victoria de Syriza es innegable. Nadie duda que el inquieto «coletas» y sus muchachos la van a explotar a tope. Europa mira a Atenas y los partidos españoles lo hacen hacia Podemos. Ningún ataque colectivo de miedo se ha producido en Grecia, y queda la duda de si ocurrirá lo mismo en nuestro país. De momento, todas las encuestas pronostican una victoria del PP, con Podemos como segunda fuerza. Éste es el problema. Fuentes diplomáticas coinciden en que España preocupa por el avance de Podemos y el hundimiento de Pedro Sánchez al frente del PSOE. De aquí surge la figura de Susana Díaz y sus apoyos en la «vieja guardia», para evitar un derrumbe electoral. «Corremos el riesgo de acabar como el PASOK, o sea, hundidos», dice un veterano dirigente socialista. Las espadas siguen en alto.
Desde que Pedro Arriola, el «gurú» de cabecera de todos los presidentes del PP, dijera aquello de que los chicos de Podemos «son unos frikis», se ha producido justamente lo contrario. «Últimamente no da ni una», critican algunos líderes regionales del partido, temerosos ante las elecciones municipales y autonómicas de mayo. Por el contrario, en Moncloa y en la cúpula de Génova opinan que el PP tiene, hasta el momento, garantizado un treinta por ciento de apoyo electoral, lo que le permitiría ganar y gobernar. El éxito de las reformas económicas sigue siendo el as principal en la baraja de Mariano Rajoy, pero son muchos quienes advierten un serio revés, a pesar de que la situación de Grecia es muy diferente a la española, con una corrupción y unos ajustes desmesurados que han jugado muy en contra del primer ministro conservador, Andonis Samarás, y los partidos tradicionales.
La mayoría de los dirigentes políticos españoles coinciden en el diagnóstico: el resultado de las elecciones griegas es un espejo retrovisor de Podemos. Alexis Tsipras es el primer conductor, a toda mecha, seguido por Pablo Iglesias. Con su habitual desparpajo, altivez y soberbia, le faltará tiempo para apuntarse la victoria. «Éste se sube a la chepa y se ve ya un salvapatrias», comentan en el PP. El horizonte se complica por la situación del PSOE, que no arranca con Pedro Sánchez, el total hundimiento de Izquierda Unida y el desafío secesionista en Cataluña.Un conflicto larvado, en el que el soberanismo está dejando paso a la dialéctica derecha-izquierda y donde los resultados griegos pueden incidir en el avance de Podemos.
Muchos se preguntan cómo es posible este auge en las encuestas. «Denuncian a la casta y ellos son ya una castilla infecta», dice un diputado del PP. Según varios sociólogos, su fuerte presencia mediática, aireados continuamente en televisiones y redes sociales, contribuye a su potencia. «¿Quién era Pablo Iglesias hace año y medio?», se preguntan en el PP y el PSOE, muy críticos ante este tratamiento informativo. Para los expertos, han logrado lanzar un mensaje envenenado: hay vida fuera del sistema. Y como los ajustes y las duras reformas han colocado a muchos ciudadanos fuera de él, ya es difícil que retornen. Otros, sin embargo, no acaban de creerse estos sondeos, con un fuerte voto oculto, y vaticinan un cambio a la hora de depositar el voto en una urna.
Sea como fuere, las sonrisas de Alexis Tsipras y Pablo Iglesias en sus mítines compartidos arrecian como una tormenta sobre el escenario político español. Con más preocupación en el PSOE que en el PP, dado que la derecha se mantiene, pero la izquierda se resquebraja. Nadie sabe si el efecto de Grecia, histórica cuna del teatro, la épica y la lírica, será tragedia o poesía. Lo que está claro es que abre un periodo de incertidumbre y pone de los nervios a los eurócratas. Dicen que Tsipras y Pablo Iglesias tienen algo en común: su enorme arrogancia. De momento, se miran ante el espejo tan contentos. En el caso del líder de Podemos, «crecidito y encantado de haberse conocido». Lo dicen populares y socialistas, que en esto sí coinciden.
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