Restringido

El gran desafío

La Razón
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Los separatistas catalanes aprovechan el final de la legislatura, con las Cortes disueltas, para lanzar el gran desafío a las instituciones democráticas de España. La activista Carme Forcadell, en el mismo momento de su toma de posesión como presidenta del Parlamento de Cataluña, fijó, como lo ha hecho en todo el «proceso», la ruta a seguir con su estentóreo «¡Viva la república catalana!». Ese es el objetivo. Ya no hay más disimulos ni rodeos ni marchas atrás. Esta mujer, que es la que lleva la voz cantante, es una sectaria y un peligro para la convivencia democrática. La «otra Cataluña» no cuenta. Los secesionistas de Juntos por el Sí y sus mamporreros rojos de la CUP preparan ya el texto de resolución del Parlamento sobre «el inicio del proceso de creación del Estado catalán independiente», con el propósito declarado de quebrantar la legalidad. Anuncian, para que nadie se llame a engaño, que se pasarán por el arco del triunfo «las decisiones de las instituciones del Estado español, en particular del Tribunal Constitucional», que consideran deslegitimado. Todo esto ocurre mientras la Justicia acorrala al clan de los Pujol y la Policía registra la casa del fundador de CDC y padrino de Artur Mas. Se acerca, con ruido de piedra, la tormenta perfecta.

El desafío catalán se ha convertido en la cuestión política clave, que va a marcar esta campaña electoral y condicionar seriamente el resultado de las urnas. Puede que más que la economía. Los españoles van a tener muy en cuenta las posiciones de las fuerzas política en este asunto candente. ¿Qué más tiene que pasar para que el Gobierno y el principal partido de la oposición se pongan públicamente de acuerdo y afronten de una vez, unidos, este gravísimo problema con todos los instrumentos legales a su alcance? Al presidente Rajoy, que se ha ceñido en todo este tiempo a defender machacona y, según él, prudentemente, la legalidad constitucional, le acusan de pasividad y de que, bajo su mandato, ha aumentado peligrosamente el secesionismo en Cataluña. Sólo un puñetazo en la mesa y un «hasta aquí hemos llegado» podría reconciliar al Partido Popular con una parte de su electorado, irritado por esto y por algunos incumplimientos clamorosos. Pedro Sánchez es víctima de las equidistancias, «terceras vías» e inseguridades de su partido. Carece de grandeza y sentido de Estado para ponerse en este trance a disposición del Gobierno constitucional. Es pedir peras al olmo. Lo de Podemos es aún peor. El apoyo de la mitad de sus representantes a Forcadell deja definitivamente a Pablo Iglesias con el culo al aire. En esto Albert Rivera, de Ciudadanos, gana de calle, y se nota en las encuestas. El enconado problema de Cataluña, que ya no se arregla con paños calientes, exige hoy de la clase política y de los medios de comunicación una alta dosis de patriotismo y generosidad.