Alfonso Ussía
El hecho diferncial
Está demostrado que el separatismo en España es consecuencia directa de un hallazgo español. El hecho diferencial. Los españoles somos los grandes inventores de los hechos diferenciales, y estamos obligados y comprometidos, por nuestro ingenio creador, a responsabilizarnos de los desenlaces de creación tan acertada. Lo hablaba días atrás con uno de mis hermanos. Somos hijos del mismo padre y la misma madre, estudiamos en los mismos colegios, obviamente de pago, recibimos la misma educación en nuestra casa, y a pesar de ello, nos separan hechos diferenciales. Mi hermano es capaz de todo por comer «sushi», y yo capaz de lo mismo por no comerlo. Entiendo que no se trata de un hecho diferencial tan grave como para justificar el inicio de un proceso de desconexión entre uno y otro, pero nadie puede poner en duda de que el hecho diferencial está ahí, latente, y existe.
Los españoles hemos abierto los ojos al mundo con los hechos diferenciales que se establecen y separan a los seres vivos de cualquier nación. Tómese el ejemplo del guisante silvestre de los bosques de Zambia. El guisante es el fruto de una planta viva que crece en los espacios abiertos inmediatos a los ríos. Si algo hace perder la cabeza a los hipopótamos es la degustación de los guisantes silvestres. En este caso, el hecho diferencial es de suprema gravedad. Entre el guisante y el hipopótamo no hay posibilidad de diálogo. «Sentémosnos en la mesa y dialoguemos». Cuando uno sólo aspira a comerse al otro, el hecho diferencial es insalvable.
En la Segunda República, los separatistas catalanes se cobijaron en los hechos diferenciales para proclamar la República Catalana y separarse de España. El Gobierno republicano detuvo, trasladó a Madrid y metió en chirona acusados por alta traición al presidente de la Generalidad y a todos los consejeros de su gabinete. Se hicieron hasta fotografías, en las que Companys luce lindo y aseado. Simultáneamente, en Barcelona, la Guardia Civil desarmó sin disparar ni un tiro a los Mozos de Escuadra. Y el hecho diferencial no dio más de sí.
Julio Camba, el genial gallego en el que tanto se inspiró posteriormente Josep Pla, el no menos genial ampurdanés, escribió durante el período republicano del hecho diferencial. «Desde luego, nuestra unidad nacional no es, ni en un minuto, anterior a nuestra unidad nacional, y si vamos a buscar su tradición a una época en la que todavía no se había logrado, es evidente que no la encontraremos. Esto no quita, sin embargo, para que no haya en Europa una unidad nacional más antigua que la de España. España fue el primer país europeo que sintió la idea de nación y la impuso en toda la haz de su territorio, lo que no impidió, naturalmente, que quedase aquí una barretina, por ejemplo; allí una gaita, allá un baile o una canción, y acullá una manera peculiar de guisar el arroz o el bacalao. Estos residuos históricos son los que algunos llaman hechos diferenciales, y los hay en todas partes. Los hay en Cataluña con respecto al resto de España, y en Barcelona con respecto a Cataluña, y en la rambla de Canaletas con respecto a Barcelona, y en cualquier casa de la rambla de Canaletas con respecto a la rambla en general. En todas partes hay hechos diferenciales, pero la cuestión está en si debe uno cultivarlos o debe, por el contrario, dedicarse al cultivo de los hechos igualatorios».
Lo que Camba, que era un gallego sosegado y enemigo de la confrontación verbal, intentó decir es que los hechos diferenciales, que son los hechos favoritos de los separatistas, son vertederos del aldeanismo y jardín preferido de los paletos. Y vuelvo al principio. Como madrileño, deploro la costumbre del entierro de la sardina en Carnaval, aún sabiendo que muchos de mis paisanos disfrutan participando en el sepelio sardinero. Mas no por ello vamos a propiciar un proceso de desconexión, a pesar de que sardina sí, sardina no, es un claro ejemplo de hecho diferencial.
A ver si nos enteramos y leemos más a Camba y a Pla.
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