Martín Prieto

El innombrable

Cuando su equipo de entusiastas relaciones públicas le bautizó como ZP, ignoraba que nos hacía un gran servicio a los meros observadores que ya en su primer mandato llegamos a tenerle por innombrable. «Mufa» es un argentinismo traducible por gafe, pero con la particularidad de que sembrando desventuras a su alrededor acaparaba toda la buena suerte para sí. Carlos Saúl Menem era mufa, y su séquito hasta abarrotaba de pie el «Tango 01» porque de la comitiva aérea el avión presidencial era el único que no sufría extravagantes accidentes. El mufa es un gafe providencial para sus cipayos. Nuestro innombrable vendía a la ONU una alianza de civilizaciones para atemperar el radicalismo islámico, abría las fosas de la guerra incivil por recuperar una memoria histórica que bien conocemos los que nos hemos molestado en estudiarla, dividía innecesariamente a la sociedad mudando el asumido aborto de Felipe por el ideologizado de Bibí, gastó como si el dinero fuera suyo hasta en el cheque bebé, o matrimonió a los homosexuales retorciendo la definición antropológica. Fue sexista promocionando sólo un estereotipo de mujer, pero ellas le adoraban. Tuvo agendasuerte en su elección sobre el previsto José Bono, y de no ser por la crisis empecinadamente negada, hoy estaría gobernando España con un rescate a la griega sólo achacable a la egoísta ignorancia de Angela Merkel. Ante la deriva del optimista, Felipe le pidió una entrevista de presidente a presidente para repasar la agenda. ZP le citó discretamente en Doñana. Cuando accedió al palacete no lo podía creer: allí estaba esperando todo el socialismo andaluz y otros amigos por añadidura. Felipe comentó: «Solo faltaban los guardabosques del parque», y luego reconocería aquello de que los expresidentes eran molestos jarrones chinos. El innombrable abominaba de la Transición, del felipismo y no quería ni verse a solas con su padre político, haciendo suyo el rupturísmo que luego alimentó a Podemos. Negó a Felipe pero se reunió con Pablo.