César Vidal

El mayor de los peligros

En cierta ocasión, preguntaron a Thomas Jefferson, posiblemente el más brillante de los padres fundadores, cuál era el mayor peligro para Estados Unidos. Hubiérase esperado que respondiera que el imperialismo de las naciones europeas, las tribus indias de la frontera o incluso el problema irresuelto de la esclavitud. Sin embargo, su contestación fue muy diferente: «Considero que la deuda pública es el mayor de los peligros y el que más hay que temer». No exageraba Jefferson un ápice. Cuando la deuda pública crece, las posibilidades de que todo el sistema acabe colapsándose aumentan en paralelo. He recordado la atinada observación de Jefferson porque, a día de hoy, España acumula una deuda pública de 922.828 millones de euros hasta el primer trimestre del año. Esa cifra equivale al 88,2% del PIB en términos de Protocolo de Déficit Excesivo. Para colmo, se trata del mayor nivel de deuda pública que registra España desde 1910, cuando alcanzó el 88,3% del PIB, y, sobre todo, no es sostenible financieramente. Así lo ha señalado el Banco de España en su Informe Anual 2012, donde advierte que de no rebajarse la deuda, aumentará de nuevo la presión sobre los bonos españoles dificultando la financiación del Estado. La receta que plantea el Banco de España es de manual. Hay que revisar «en profundidad» el tamaño del sector público, aplicar nuevos recortes, reformar el sistema fiscal y sancionar a las CCAA que incumplan los límites de déficit utilizando para ello la Ley de Estabilidad Presupuestaria. A juicio del Banco de España, incluso si el Gobierno lograra reducir el déficit hasta los límites fijados anteriormente por Bruselas (4,5% del PIB en 2013 y 2,8% en 2014), «no sería capaz de estabilizar la ratio de deuda pública sobre el PIB», a diferencia de lo que sucedió durante la crisis de los años noventa. En otras palabras, la deuda pública escalaría hasta el 95% del PIB en 2014 aunque el déficit cayera al 2,8%. Llegados a ese nada imposible punto, España rebasaría el denominado «límite fiscal», lo que ahuyentaría a los inversores, dificultaría su financiación y afectaría de manera muy negativa el crecimiento. Ocupados como están algunos sectores de la Administración en descubrir cómo se pueden cometer errores con un DNI de dos cifras, seguramente es mucho pedirles que repasen las enseñanzas políticas de Jefferson. Sin embargo, deberían hacerlo porque si el Gobierno no controla el aumento galopante de la deuda, lo peor de la crisis no habrá pasado. Simplemente, estará por venir.