Restringido

El mundo al revés

La Razón
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En los últimos tiempos han proliferado los estudios referidos al estado de la pobreza en nuestras sociedades, especialmente a consecuencia de la grave crisis que hemos padecido y de la que parece que empezamos a salir. Según estos estudios, un 25% de la población está en este estado o en riesgo de caer en él, siendo especialmente preocupante el estado de desnutrición en el que se encuentran miles de niños que pasan hambre, lo que lleva a exigir grandes medidas de choque para evitar que esto se produzca.

Nadie puede negar que la crisis económica ha sido – y sigue siendo– de una enorme dureza y ha supuesto para muchas personas, familias y empresas auténticos dramas: pérdida del empleo, cierre de empresas y negocios, pérdida de posición social y renuncias y sacrificios para hacerle frente.

Afortunadamente, la sociedad que hemos construido estos años de bonanza, la fuerza de la red básica que constituye la familia y el esfuerzo hecho desde el sector público tejiendo una red asistencial amplia y fuerte dirigida a los más desfavorecidos, con el inestimable apoyo de las organizaciones sociales asistenciales, nos ha permitido cubrir las necesidades básicas, en especial la alimentación, y particularmente la de los niños.

La extraordinaria red sanitaria con la que contamos hace prácticamente imposible que pueda pasar desapercibido un problema de desnutrición que afecte a miles de niños. Como también sería casi imposible que los servicios sociales no lo detectasen, y mucho menos que no tomaran medidas para evitarlo de inmediato. Lo que no impide que circunstancialmente se pudiera producir algún caso aislado.

Como han puesto de manifiesto algunos profesionales de la estadística, los datos que se manejan en esos estudios parten de modelos teóricos basados en las medias y las medianas, sin tener en cuenta la situación real de nuestra sociedad, arrojando conclusiones muy llamativas pero alejadas de la misma.

En estos días se cumplen los primeros 100 días de los nuevos gobiernos locales y autonómicos: todos hacen balance de sus promesas y de sus actuaciones. Y en este asunto de la pobreza y la malnutrición también tenemos resultados.

La izquierda y sus socios más radicales y antisistema –hoy integrados en las instituciones–, que exigían la apertura permanente de comedores escolares para acabar con el hambre de miles de niños (25.000), consideraron que no era necesario porque la red asistencial que tenía la Administración, junto con los servicios de cátering que tenía organizados a estos efectos, eran suficientes.

Por el contrario, la derecha, que ha tejido toda esa red que garantizaba la alimentación a todos los niños, decidió abrir los comedores escolares que reclamaba la izquierda para evitar la desnutrición de 15.000 niños. El mundo al revés.

El resultado, según los datos presentados en estos días, es que apenas 550 niños, y no todos los días, hicieron uso de esos comedores.

Abordar con eficacia temas tan importantes y sensibles como éste exige huir de estereotipos, de estudios teóricos basados en meros parámetros estadísticos, del «buenismo» que, en muchas ocasiones, acompleja a una parte importante de la derecha y analizar la realidad con la colaboración de los profesionales que están en contacto diario con ella y utilizar nuestros recursos de manera eficiente.