Martín Prieto

El peñazo de Gibraltar

Itamaraty (cancillería brasilera) pasa por escuela de la mejor diplomacia, y hace décadas urdieron la teoría de las fronteras móviles con lo que si se expandía la Amazonia también lo hacía Brasil junto con las lianas, los yacarés y las tribus no contactadas. Aquella lucubración acabó en la contracción amazónica y el salvaje índice de deforestación del mayor infierno del mundo, y su gran pulmón. El único enclave en expansión desde hace 300 años es Gibraltar. Ha crecido su territorio hasta la Verja; sus aguas jurisdiccionales y pesqueras; la pista de aterrizaje y el espacio aéreo de maniobra; su población fiscal viviendo en España y obteniendo gratis sus servicios, las empresas pantalla que caben en un apartado de correos, aumenta el contrabando, el blanqueo de dinero, los matrimonios de conveniencia, y sólo falta que los llanitos expandan islas artificiales con complejos turísticos sobre el Mediterráneo. El PSOE es bipolar: en su primera investidura, Felipe González reivindicó Gibraltar, y después los asesores de Zapatero proponían la entrega de Ceuta, Melilla y Olivenza y dieron trato de interlocutor al Gobierno gibraltareño. Reza la leyenda que cuando se extingan los monos de la Roca, ésta volverá a su seno; hay pocos y los que quedan pareciera que los están clonados, y García Margallo sólo quiere delimitar las fronteras reptantes. Gibraltar como simbología franquista es propio de atorrantes. El mayor favor que hizo Franco al Reino Unido fue impedir que Hitler tomara el Peñón convirtiendo el Mediterráneo en un lago nazi, pese a la hilacha de Suez, que también habría caído ante Rommel. Es entendible que algunos catalanes (nada separatistas) se equivocaran de Rey (Austrias o Borbones) en la Guerra de Sucesión. Pero no que ahora Artur Mas se alinee con los ingleses que hasta se quedaron con Menorca. Gibraltar es un foco infeccioso, una metástasis y un peñazo.