Pilar Ferrer

El primer caballero

Era una tarde gris en Madrid, donde un grupo de periodistas acudíamos a un evento informativo en un hotel de la capital. Corría el año novena y dos, fecha de grandes fastos olímpicos en Barcelona. Y recuerdo muy bien a José Manuel Lara Bosch, orgulloso de su ciudad, pero siempre entregado a su afán literario, que heredó de su padre. «Tenéis que escribir más, las mujeres lo hacéis muy bien», nos dijo con una humildad que a todas nos asombró. Lara era ya todo un patriarca del poder empresarial, pero hablaba con astucia y sencillez, mezcla necesaria para cautivar a jóvenes autores que él siempre protegió, impulsó y defendió.

Desde aquel día, cuando Lara venía a Madrid, le gustaba verse con algunas mujeres periodistas, escritoras y «agitadoras varias», como él decía. Era un hombre culto, ilustrado y comprometido. Le encantaba repasar textos de autores de su Editorial y retarnos a lanzar nuevos títulos: «Las letras son valientes, nunca se secan», nos dijo un día en el Hotel Ritz de Madrid, donde un grupo de novatas empezábamos el camino literario. En aquellos días, estaba latente el recuerdo de Montserrat Roig, fallecida prematuramente y una de las escritoras emblemáticas de nuestra generación. «Escribid, señoras, que en mi Casa siempre tendréis acogida», nos dijo Lara como un generoso mecenas.

Así le recuerdo. Como un gran mecenas de las letras femeninas y, sobre todo, como un señor. José Manuel recordaba a su padre como un patriarca en toda regla, pero sentía veneración por su madre, María Teresa Bosch, una mujer de la burguesía catalana que le imprimió carácter. «Mi madre me obliga a ser un caballero», decía José Manuel cuando nos contaba que la matriarca exigía siempre buenos modales, cortesía y educación exquisita en la casa familiar. Era lo que él llamaba un «cataluz». O sea, entre la educación catalana materna y la gracia andaluza paterna.

Con este hombre barbudo, de anatomía potente y voz gangosa, se va un enorme empresario, al que todos glosarán. Pero sobre todo, se va un gran señor y todo un caballero. Como en la película emblemática de Camelot, José Manuel Lara Bosch defendió valores y principios, a veces muy contrapuestos con el poder político. Le tocó vivir una etapa muy distinta, y mucho más difícil, que a la de su padre. Sorteó batallas, avatares mil, con flema y paciencia inigualables. Pero siempre fue, para quien bien le conocimos, todo un caballero. Como Richard Gere, el primero. Es el mejor y más preciado legado que deja a sus hijos.