Alfonso Merlos

El raca-raca extremista

¿Normalidad en el desplazamiento de antidisturbios a Cataluña? Indiscutiblemente sí. Porque las Fuerzas de Seguridad están para eso: para prevenir, anticiparse, disuadir y no sólo para responder o reprimir. Y clarísimamente no. Porque no a todas las hermosísimas regiones que conforman esa bellísima piel de toro llamada España se envían cada semana agentes dotados de material específico ante la eventualidad de agresiones o altercados.

No seamos ingenuos. Ante situaciones especiales las medidas deben ser distintas. Siempre proporcionales, graduales y legales (¡sólo faltaba!). Y en ésas se encuentra el Gobierno de la nación. Haciendo prevalecer el Estado democrático. Sin estridencias ni alharacas. Sin caer en la provocación. Sin pisar suelo deslizante. Aplicando el principio acción-reacción. Todo más medido de lo que a simple vista pueda parecer.

Claro que sí. Toca preservar en todos sus términos los espacios de libertad en un momento en el que se anuncia excesiva e injustificada «movida». Ya se sabe: la agitación, los ánimos encrespados, los recursos a la fuerza cuando ya las palabras no la tienen o se pierde la razón... a la mayoría absoluta de los compatriotas nos habría gustado no llegar a este punto. Pero ahora es lo que hay y conviene evitar daños colaterales antes de que se produzcan. Si se producen.

Porque no hay aquí grandes novedades: el raca-raca extremista se sabe cómo empieza pero nunca cómo acaba. Los ciudadanos no separatistas tienen derecho a no ser amedrentados ni molestados. Y por supuesto los edificios públicos mas representativos deben resguardarse de los efectos de posibles brotes de violencia de una minoría de vándalos. Orden, firmeza y convivencia. En esto, a veces, también tiene algo que decir la Policía. Y que hacer.