César Vidal
Él también apoya a Podemos
Las redes sociales tienen, entre otras ventajas, las de permitirnos ver cómo discurre la opinión pública. Es cierto que existen equipos profesionalizados que introducen a sus gentes en debates para triturar o ensalzar lo expuesto en la red, pero, en términos generales, si se saben leer nos revelan lo que piensa la mayoría de la última victoria del Barça, la última encíclica papal o la última medida fiscal de Montoro. Fue así como hace unos días me encontré con un episodio revelador. Conocía bien al protagonista desde hace años y decir que era de extrema derecha sería minimizarlo. Yo mismo le escuché decir una vez que el día del orgullo gay le gustaría subirse a un edificio de Recoletos para desde allí disparar con una ametralladora sobre las carrozas. En otras ocasiones, me tocó oírle disparates no menores relacionados con temas diversos. No hace falta decir que aquellos extravíos no pasaban de ser bravuconadas de un bocazas con sesera desarreglada que indicaban dónde estaba situado su corazón y hasta dónde se le había desplazado la mente. Precisamente por ello, me causó una enorme sorpresa que, hace unos días, se mostrará en internet y con su nombre real como un firme partidario de Podemos. Reconózcase que el salto político no resultaba pequeño y así me lo hizo notar un tercero que también lo conocía y que me llamó la atención sobre aquellas declaraciones. En apariencia, se trataba de un claro síntoma de enloquecimiento y, sin embargo... Comencé a reflexionar sobre el sujeto en cuestión y las piezas encajaron. De entrada, su hijo llevaba sin pagar una hipoteca desde hacía años. El banco aceptaba de vez en cuando algo de dinero, pero la espada de Damocles del desahucio permanecía. Bueno, permanecía si Podemos no llegaba al poder porque, caso de hacerlo, el hijo de aquel hombre no sería desahuciado. Y no era sólo el hijo. El personaje en cuestión era poco trabajador. Había abusado de la confianza inmerecida de su anterior empleador al que, por cierto, dejó en más que delicada situación al no recoger notificaciones – a pesar de claras instrucciones al respecto– que eran vitalmente necesarias. Luego rechazó una oferta de empleo por la sencilla razón de que se le sumaban dos años de subsidio y la indemnización laboral y era mejor no trabajar y llegar hasta los sesenta. Mala edad para ponerse a buscar sin ganas un nuevo trabajo. ¿A alguien le puede sorprender que haya pasado de facha desorejado a podemita?
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