Fútbol

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El temple

La Razón
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Isabel II y su consorte, Felipe de Edimburgo, han cumplido 70 años desposados. En el castillo de Windsor celebraron las bodas de titanio –contrajeron matrimonio el 20 de noviembre de 1947– con sus cuatro hijos, dos nueras, un yerno, ocho nietos y cinco bisnietos. No hay enlace en el fútbol que perdure como el de la reina de Inglaterra (91 años) y su marido (96) por razones tan obvias como los imponderables de la edad. El ejemplo de Sir Alex Ferguson, responsable del Manchester United durante 27 años, es excepcional. En España el paradigma de la longevidad entre los entrenadores lo representa Miguel Muñoz, tres lustros al frente del Real Madrid. A día de hoy, Diego Pablo Simeone, sexta temporada en el Atlético, es el arquetipo de la eternidad en una profesión que a menudo confunde el banquillo con la silla eléctrica.

Aunque alcance la categoría de leyenda, la permanencia del entrenador en el club es efímera, de una asombrosa fragilidad, porque los resultados (inmediatos) mandan. No es un tópico. Y en ocasiones, el porvenir ni siquiera depende de la puntería de los jugadores. En 1992, con Radomir Antic en el banquillo y el Madrid líder de la Liga con 8 puntos de ventaja sobre el Barça, Ramón Mendoza decidió destituirle. No le gustaba cómo jugaba el equipo, quería espectáculo y recurrió a Leo Beenhakker para dejar de oír murmullos en el Bernabéu. Aquella decisión, avalada probablemente por la distancia entre madridistas y barcelonistas, resultó finalmente dramática. El equipo de Johan Cruyff remontó –las victorias valían dos puntos– y ganó el campeonato en el último partido.

El temple es necesario para dirigir un equipo cuando el balón no entra y las victorias se resisten; Zidane lo tiene, transmite serenidad pese a esa distancia de los diez puntos; y hace falta temple para sostener un matrimonio durante 70 años. Carlos, eterno Príncipe de Gales, puede dar fe de ello. Y Camila Parker.