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El trilema de Pedro Sánchez

La Razón
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Es muy difícil alcanzar una meta en política sin embargo, es mucho más difícil dejar de tenerla con dignidad. La crisis que está evidenciando el PSOE tiene mucho más que ver con esto que con una cuestión ideológica.

El grupo de confianza del Sr. Pedro Sánchez llegó a la dirección después de haber estado esperando la oportunidad durante toda su carrera en política, en algunos casos toda su vida. Su mayor error consistió en que, una vez instalados en el poder, se plantearon como objetivo la permanencia en él sin ser conscientes de que eso es la consecuencia de sus éxitos y no la causa de los mismos.

Con una estrategia acertada el PSOE podría haber capitalizado el desencanto hacia el PP, pero prefirió «podemizarse» mientras que Podemos se «socialdemocratizaba», intentando ocupar el espacio electoral de los socialistas. El remate a dos años de desastre fue la gestión del proceso post-electoral del 20-D y la reacción ante los varapalos electorales de junio y las autonómicas vascas y gallegas.

Cualquier analista político hubiese llegado a la misma conclusión: el liderazgo del Sr. Sánchez se había agotado y llegaban tiempos de cambio. Sin embargo, el análisis se fijó en términos de intereses personales y no de reflexión política. La consecuencia fue el espectáculo ofrecido en directo a toda España, mostrando una dirección que lastraba el PSOE y lo dividía para aferrarse a los sillones.

La mala gestión de la desposesión del poder sigue teniendo efectos. Lo que está ocurriendo en el grupo parlamentario no es otra cosa que una prueba evidente.

La incapacidad de encajar la derrota interna y la dimisión del Sr. Sánchez impideN adaptarse a la nueva circunstancia. Gestionar adecuadamente se hubiese traducido en la aceptación del resultado de la crisis y la contribución a la recuperación del Partido Socialista.

Esto se hubiera traducido, en primer lugar, en el abandono del acta en el Congreso. La asistencia del ex líder a los plenos, para escuchar a quien fue su subordinado directo hablar en nombre del PSOE, o para recibir instrucciones en cada moción, enmienda o proposición legislativa, sólo llevan a la escenificación de situaciones incómodas para todos, incluidos los votantes.

Tuvo como prioridad mantenerse en el poder, y para ello llevó a un callejón sin salida al país, al PSOE y en este momento al propio grupo parlamentario. Haga lo que haga será dañino para el Partido Socialista, porque la decisión la tomó hace tiempo.

Si dimite de su condición de diputado antes de hoy, se acaban su posibilidades políticas cerrando capítulo creando una última grieta que erosiona al PSOE. Si, por el contrario, mantiene su escaño, puede optar por no asistir a la segunda votación del Pleno de investidura o, por contra, ir a votar.

Si no acude, no sólo es un acto irresponsable de un representante de los ciudadanos en una de las votaciones más importantes de la legislatura, sino que la lectura que harían muchas personas es que lo importante es tener el escaño y que da igual el precio.

En cambio, si decide asistir, si no quiere situarse como un «outsider» debe acatar la decisión del PSOE para la votación, aunque ello suponga el final de su carrera política también, porque nadie entendería que abandone sus convicciones por el mero hecho de seguir en un escaño.

Por último, es descartable que vote diferente a lo que ha decidido el PSOE, porque ello le sitúa, también, fuera de la política.

El trilema del Sr. Sánchez no es tal, porque el resultado es el mismo, a veces no saber cómo salir, te sitúa directamente fuera.