Elecciones Generales 2016

El triunfo del camaleón

La Razón
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Cuando todo apuntaba a que el Sr. Mariano Rajoy no conseguiría salir de la «UVI política», con una efectiva estrategia ha logrado subir a planta e incluso aspira a que le den el alta médica en pocos días.

No es que tuviese condiciones sobrenaturales para recuperarse de cualquier daño, sinceramente no ha sido el político mejor valorado de la historia de nuestra democracia, más bien han contribuido la torpeza y los errores de otros.

Curiosamente, después del 20 de diciembre, el Sr. Rajoy desapareció del escenario político. Siendo presidente del Gobierno y habiendo ganado las elecciones, ocupó menos de la mitad de las portadas de los periódicos que los otros, que no lo eran y, además, las habían perdido.

La estrategia es tan antigua como la del camaleón. Este pequeño animal utiliza su capacidad de confundirse con el entorno para salvar su vida. Por ejemplo, una especie de camaleón de Suráfrica se mezcla con el suelo para evitar ser presa de los pájaros. Otra especie usa los árboles y el color del cielo para evitar a las serpientes.

Sin duda, el Sr. Rajoy mutó sus características para pasar desapercibido, primero ante los suyos, que se plantearon seriamente su relevo para facilitar la investidura de un presidente popular y, después de aguantar los envites sin inmutarse, fue de nuevo el candidato.

Pero también sobrevivió al ataque externo, especialmente de los medios de comunicación. Bien sabe, por experiencia, que los medios necesitan a alguien sobre el que practicar «punching», de manera que se lo ofreció. Su negativa a presentar su candidatura en las Cortes hizo que todos los focos apuntasen sobre el Sr. Pedro Sánchez.

El calor de las portadas hizo sentirse más importante al socialista, imparable. Calculó mal, creyó que el resultado sería fortaleza interna y externa ante la repetición inevitable de elecciones y fue el atajo directo hacia su situación actual.

Ciudadanos deambula por la calle agarrándose a la farola más cercana para mantenerse en pie; quizá no caiga al suelo, pero es incapaz de decidir un destino, su trazado está ligado a la propia farola.

Podemos se negó a cualquier acuerdo que diese el gobierno a un socialista y veremos en el futuro cómo perdió, por ello, para muchos años la posibilidad de ser gobierno, en todo o en parte.

Por eso las elecciones del 26 de junio arrojaron un resultado incuestionable: fueron penalizados el Partido Socialista y Ciudadanos, Podemos mantuvo escaños con la pérdida de un millón de votos y el Partido Popular fue el único en subir escaños y votos. Ganó el que más debía haber perdido.

Y como el día de la marmota, o más bien el del camaleón, el Sr. Rajoy direccionó todos los focos sobre el PSOE. Lo sorprendente es que los socialistas han vuelto a morder el anzuelo y han vuelto a asumir el protagonismo de lo que pase en España.

Para liderar el socialismo español hay que ser, como mínimo, tan astuto como los adversarios. Crear una burbuja sobre la expectativa de una investidura ayudó a retrasar el relevo unos meses, pero abrió un flanco de debilidad frente al PP que tuvo su traducción electoral, y, por ende, en esta endemoniada encrucijada.

Ahora el Sr. Sánchez tiene todo lo que pidió cuando fue elegido secretario general del PSOE: las manos libres. Gestionó después del 20 de diciembre como consideró oportuno, a pesar de su desgaste después de la investidura fallida y fue de nuevo candidato sin la mínima oposición interna. Ahora los dirigentes socialistas le han delegado la responsabilidad de decidir la posición en el nuevo proceso institucional.

Si se repiten elecciones es muy probable que el PP alcance la mayoría absoluta y eso sería un fracaso estrepitoso del Sr. Sánchez y tendría consecuencias para mucho tiempo en el PSOE.

Y, por otra parte, si el Sr. Sánchez permite con la abstención que el Sr. Rajoy sea el presidente de Gobierno, tendría consecuencias para él. Se resistió a que una nueva dirección política decidiese el futuro, el PSOE se lo ha permitido, ahora le toca a él decidir y asumir las consecuencias.