Ely del Valle

En pie de guerra

Se han dado de bruces con el dinero, y eso es peliagudo porque con las cosas de comer no se juega. La negativa de los empresarios españoles –catalanes incluidos– a apoyar el proceso soberanista es un duro garbanzo en el zapato de CIU y de ERC, que siguen, como la mula, dale que te pego de vuelta al trigo. Llama sin embargo la atención que, frente al razonamiento del presidente de la CEOE de que el empresariado no está para hacer política, el patrono de la patronal catalana insista, desde su rechazo a las tesis independentistas, en la necesidad de llevar adelante el pacto fiscal. Pedir una vez más que se traspasen a la Generalitat las competencias y los medios actualmente atribuidos a la Agencia Estatal de Administración Tributaria, es, mal que le pese a Gay de Montellá, una forma de echarle un cable a Mas que, recordemos, nos metió a todos en este lío tras su frustrado intento de convertir el pacto en el centro del debate político.

Sea como fuere, este nuevo palo que llega tras el de que Europa ya le ha dado por activa y por pasiva a un proyecto inviable dentro de la estructura de la Unión, deja al presidente de la Generalitat en una situación más que evidente de precariedad. Ya no se trata, como intentaban convencernos, de una iniciativa de cuatro empresarios alemanes. Ahora es el conjunto de quienes conforman el motor de la economía el que le pone palos a una rueda empeñada en descender por una pendiente que solo podría desembocar en precipicio. En su búsqueda de apoyos, a Mas se le va enredando la madeja y cada vez es más evidente que su huida hacia adelante es un suicidio. El peligro está en que, llegados a un punto de no retorno, decida morir matando, y todo parece indicar que no desecha la posibilidad.