Paloma Pedrero

Enfermedades morales

Estamos llenos de ellas, de enfermedades morales que favorecen la destrucción del cuerpo y la mente. Miras las páginas de sociedad de cualquier diario, cualquier día, y están plagadas de titulares así: «Halladas con vida las chicas secuestradas», «Detenido en Madrid un fugitivo reclamado por agresión sexual» «Piden 14 años de cárcel para dos padres por la ablación de sus hijas», «Dos cuñados van a juicio por abusos al intercambiar a sus pequeñas», «Apuñalada una menor por su pareja al que intento encubrir»... Día sí, día también, en estos países autodenominados desarrollados y del bien estar siguen ocurriendo atrocidades asombrosas. Horrores que de tanto escucharlos parecen afectarnos relativamente. Sin embargo, estas cosas que suceden en las casas, en los barrios, en los rincones de nuestras calles, son el reflejo de la calidad ética y la integridad de una sociedad. Son los ciudadanos con sus comportamientos los que demuestran si un país está evolucionado, si hay armonía, si existe una cierta justicia social, si la solidaridad campa, si los niños tienen valores y alegría, si la igualdad entre clases, razas y géneros mejora. Y ya ven, ni la diferencia entre clases sociales disminuye, ni la aceptación a los diferentes es mayor, ni se respeta a las mujeres más que antes. Todavía hay hombres, por desgracia, que abusan, trafican, violan, secuestran, maltratan y matan a las mujeres. Todavía la fuerza física tiene una preponderancia social difícil de extinguir, todavía cierta violencia se expresa con impunidad. Todavía, en todos los ámbitos laborales, desde el artesano al más intelectual, las féminas tenemos que seguir luchando como leonas para no ser apartadas, discriminadas o difamadas. De esto apenas se habla en la prensa, no se dice que en el mundo artístico o docto los lastres contra las mujeres siguen siendo renovados. Y, queridos míos, una sociedad en la que cotidianamente se comete tanta crueldad es una sociedad enferma. Terminal, diría yo.