Angel del Río

Erre que erre

Muchos pensábamos que la tragedia de la discoteca Alcalá 20 iba a ser el punto y final a una serie de incumplimientos legales, de sobrecarga en los aforos permitidos en salas públicas y de negligencias consentidas con resultado de muerte. Pues no. Llegaron otros casos consumados, otras tentativas atajadas a tiempo, incluso una ley muy estricta de la Comunidad para impedir que se celebraran macrofiestas de fin de año en lugares inadecuados, convertidos en potenciales polvorines, hasta desembocar en otra tragedia: Madrid Arena. Y a pesar de todo, erre que erre. Se reclaman medidas de seguridad en el desierto de los escrúpulos; vuelve a amenazar con llover sobre el terreno mojado de las desgracias; se vuelve a tentar a la suerte, a desafiar al riesgo. Jarama Motor Sound era un proyecto de macrofiesta, con, al parecer, intenciones de sobreaforo, aunque los promotores lo niegan. Nos hemos encontrado con un festival que, según presumen las autoridades, pretendía superar el aforo permitido en unas 10.000 personas, además de no cumplir los planes de seguridad, ni tener licencia municipal. El Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes informa a la Comunidad que el recinto referido, tiene capacidad para entre 15.000 y 20.000 personas, y que no se dan las condiciones de seguridad necesarias parta autorizar la macro-fiesta, donde curiosamente en el cartel aparece como estrella el DJ Aoki, el mismo que participó en la terrible noche del Madrid Arena. El Gobierno regional decide prohibir el evento; los promotores del mismo recurren y dicen que en su solicitud figura un máximo de 19.000 espectadores, aunque luego las pretensiones de venta no se corresponden ni de lejos con esta cifra; la Comunidad se compromete a estudiar el recurso de alzada, y mientras tanto permanece el baile de cifras, intenciones, pretensiones y prohibiciones. Esto se parece un poco a la «guerra» de Gila, pero es un asunto tan serio que no permite ni un mínimo de frivolidad, negligencia, permisibilidad, frivolidad o picaresca. Hay que aprender del pasado, y la tragedia del Madrid Arena está tan reciente, que más vale prevenir que curar luego heridas que nunca podrán cicatrizar.