Julián Redondo

Es la hora del 4-4-2

Triunfos trabajados, apretados, de cara o cruz, incluso. Discutidos, como el del Real Madrid frente al Málaga, sólo en el origen. Cuando ni siquiera el «líbero», ese fantástico dispositivo inventado por un militar israelí que utilizan los del Plus para determinar si hay o no fuera de juego, despeja las dudas, como en la falta rematada por Sergio Ramos en posición indescriptible, es que el árbitro, que decide en un segundo, posiblemente ha acertado. Lo que no tiene remedio, al menos inmediato, es la lesión de Bale en menos de dos minutos; le traicionó el gemelo izquierdo y a la fuerza descansó. No jugará el derbi y Modric es duda. En ocasiones un problema es la mejor solución: es el turno del 4-4-2 contra el Atlético. Esgrimido frente al Málaga por la ausencia de Benzema, no fue ni bueno ni malo, sino todo lo contrario. El 3-1 sólo da pistas de la calidad de James.

El Barcelona sudó para doblegar al Valencia. Hizo el 1-0 antes del minuto, Bravo detuvo un penalti a Parejo, que lanzó fatal, y después de no pocas vicisitudes respiró cuando Messi marcó el 2-0 en el último segundo y cayó el cierre. La imagen del Valencia, la de un equipo sólido, ambicioso, infinitamente más vistoso que el Atlético y, sin embargo, se distancia a cuatro puntos de los rojiblancos, que por cuarta vez asisten estupefactos a la expulsión de Simeone. Ganaba el Cholo en Riazor (0-2), el encuentro discurría plácido y terminó viéndolo desde una cabina de Prensa porque protestó a Fernández Borbalán. Por dar una colleja a uno de los asistentes de este árbitro le cayeron 8 partidos. No espabila y ya no puede culpar al Madrid de sus ataques de ira, como en las tres expulsiones anteriores.