Graciano García
España también eres tú
Alzo la mirada hacia el espacio azul, allá donde los planetas navegan en silencio, entre la inmensidad y la indiferencia aparente y misteriosa del Universo. Allí está nuestra bellísima y pequeña Tierra, vagando en un arrabal de esos infinitos mundos, llevando la pesada carga de todas nuestras penas, grandezas y miserias. En ese cosmos eternamente convulso y de fuego somos la brevedad, pero también la conciencia. Aunque nos dicen que estamos hechos con apenas un puñado de arena y polvo de estrellas errantes, afirmo que es muy grande nuestra misión: hacer que triunfen en ella la bondad y la alegría, la concordia y la vida. Ha llovido. Y aparece el arco iris sobre el río, como una bandera izada en lo más alto, ajena al capricho de los vientos. Y pienso en Cataluña, cuando duda de su destino. Pienso en Cataluña, desde Asturias, al pie de estos montes rebeldes que defendieron nuestra libertad y la libertad de todos.
En Cataluña y desde ella, tiempo tras tiempo, hemos hecho, en la tierra y en el mar, en los valles y en las cumbres, hombres y mujeres, injertos de amor, de sangre y de valores; y también creado sueños, que han arraigado entre nosotros para siempre. Y cuando parecen perdidos, resurgen, como renace ese arco de agua y luz tras la lluvia y la tormenta: todo un signo, una esperanza, tal vez para recordarnos que lo alto y lo bello nos han de guiar hacia las nuevas tierras y los cielos prometidos. Lo proclama y lo sugiere la serena armonía del arco y sus siete colores: no hay mejor camino que el que se hace en la buena compañía, pues las pasiones desatadas conducen a la soledad, al extravío, esa extraña vocación que, como un castigo sin fin, tiene el hombre para perseguirlo con ahínco.
Catalanes, hermanos en sueños y fracasos: nos unen muchos ayeres, tantas veces sin paz ni pan, y la palabra, tan bella y libre, de vuestros mejores poetas. Nos ha de unir también, y ahora como nunca antes, la tarea del mañana, tan inmensa e ilusionante, para forjar una nueva alianza de los españoles que reconozca y ensalce la trascendencia lo que juntos hemos hecho, para que las heridas del pasado no venzan la ilusión del porvenir, y para que Europa no pierda su entraña en los rastrojos del mercado e ice las banderas de lo que siempre fue: luz del pensamiento, patria del combate contra todas las cadenas y miserias del ser humano, para construir entre todos un mundo de compasión y de esperanza.
Hemos también de hacer otros deberes, no por humildes menos importantes: recoger y acarrear la leña para el invierno, y sembrar las flores para celebrar la primavera, que amáis y que expresáis con el hermoso gesto de regalaros libros y rosas, lo que tanto dice de vosotros. Hemos de caminar, al paso, hacia las cumbres de nuestras montañas para aspirar la pureza de su aire, y beber el agua, fresca y cristalina, que brota tan libre como queremos ser. Hemos de separar el trigo sano y generoso de la planta de la codicia que nos humilla y avergüenza. Nos quedan, en fin, largos días para reflexionar y maravillarnos ante la incierta e infinita complejidad del mundo, y para no rendirnos ante su tantas veces incomprensible crueldad. Para saber de tus sueños verdaderos, Cataluña, quién mejor que los que han caminado contigo siglos y siglos a la búsqueda de la dignidad, de la belleza, de la honradez, de la humildad, y del afán de emprender, no para acumular riquezas, sino para repartirlas con justicia y en paz. Caminemos para que nunca se desvanezca la pasión por engrandecer nuestras vidas. No dejemos nunca de soñar, incluso en imposibles, como querer desentrañar el misterio del origen de todo y el porvenir que nos espera. Siempre aprenderemos algo nuevo. España también eres tú, Cataluña, porque la has hecho junto a otros pueblos, que admiran tu lengua y la entienden sin saberla, y que tienen también el mismo Sol, la misma estrella que guió la navegación y los pasos de Ulises hacia Itaca.
@gracianogarciag
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