José María Marco

Españoles musulmanes

La Razón
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Gracias a la Generalidad y el Ayuntamiento, la manifestación de Barcelona contra el terrorismo quedó convertida en otra contra España y contra la islamofobia. El hecho no va a simplificar la vida de los musulmanes españoles –ni de los residentes aquí–, convertidos en rehenes de una maniobra política que les enfrenta a la mayoría de sus compatriotas.

Tampoco se lo va a facilitar el quedar convertidos en la punta de lanza de un movimiento como el del multiculturalismo. Bajo la bandera de la tolerancia, el multiculturalismo divide la sociedad en monoculturalismos simultáneos, sin diálogo entre ellos, sin permeabilidad, sin una base cívica común, sin sustrato que dé sentido, precisamente, a la diversidad y al pluralismo. Queda la diferencia planteada como amenaza y como choque inevitable, y eso es lo que se percibe, con razón.

Evidentemente, tampoco le va a hacer la vida más fácil a los musulmanes la reacción anti musulmana o islamófoba –efectivamente–, que se ha abierto paso después del atentado y de forma simultánea a la campaña multi- o monoculturalista. Si hay quien los utiliza para una cosa, aquí se les utiliza para lo contrario, como si la expresión del antiislamismo fuera un elemento de emancipación, siendo así que casi siempre revela una ignorancia notable y una peligrosa invitación a la intolerancia.

Por si fuera poco, los musulmanes saben mejor que nadie la multiplicidad de corrientes que existen dentro del islam, el gigantesco proceso de cambio que se está produciendo en su interior y los problemas que plantean las interpretaciones rigoristas, hasta llegar al fanatismo de quien concibe y justifica la yihad como guerra santa.

Ante todo esto, el resto de los españoles (y de los europeos) podemos hacer poco. Intentar evitar utilizar a los musulmanes y al islam como arma arrojadiza es una de ellas, y supone una buena disciplina. El islam dejó de ser ya, hace bastante tiempo, una realidad ajena a la sociedad española y a la europea. El islam es hoy más español de lo que nunca lo fue, incluidos los siglos de Al Andalus, y forma parte de la urdimbre misma de una realidad cultural, social y política a la que todos, musulmanes y no musulmanes, tendremos que acostumbrarnos. La extraordinaria capacidad de integración de la sociedad española se enfrenta a un reto nuevo.