Julián Redondo

Esperando a Iniesta

Después de unas elecciones políticas nadie pierde, salvo que las urnas demuestren tal distancia entre vencedores y vencidos que el desconchón no admita ni una mano de pintura. En deporte gana uno y el resto pierde, incluso en los procesos electorales. Lo más opaco del entramado deportivo es el reglamento de la competición, en el caso del fútbol supeditado al criterio del árbitro, y en el del Balón de Oro, a reglas que prescribieron antes de su publicación. Cuando la designación dependía de los corresponsales de «France Football», creadora del premio, por estos pagos pareció un agravio que en 2003 Owen «ganara» a Raúl. Y cuando ya en 2010 votaron periodistas, capitanes y seleccionadores, en este país, excepción hecha de Barcelona, costó asumir que Xavi e Iniesta o viceversa se vieran postergados por Messi cuando sólo cuatro años antes regalaron el Balón y el Fifa World Player a Cannavaro, de quien llegó a decirse que ni siquiera le gustaba su herramienta de trabajo, la pelota. Messi es la repera, pero sin Iniesta ni Xavi a su lado le sobra la nota musical.

Las votaciones del Balón de Oro son diplomáticas, interesadas, subjetivas u objetivas, según. Objetivo fue el seleccionador uruguayo Tabárez cuando optó por Ribéry, Messi y Cristiano. Obvió a Luis Suárez y a Cavani. Diplomático fue Del Bosque, al elegir a Xavi, Iniesta y Ribéry para ahorrarse dolores de cabeza. Pero fue Juanma Lillo quien dijo una verdad palmaria cuando pronunció esta frase: «Messi y Cristiano juegan a hacer jugadas; Iniesta juega al fútbol». Un gol que valió un Mundial, dos Eurocopas, tres «Champions», seis Ligas... son las credenciales de Iniesta. No tiene el Balón de Oro. ¿Se lo darán si este año España gana el Mundial?