Julián Cabrera

«Eurocholismo»

«Si se cree y se trabaja, se puede». Nunca una frase –y no precisamente de un dentista argentino– pudo irrumpir con tanta contundencia desde fuera de la política en unos tiempos de campaña electoral como éstos, en los que contrasta la apatía general de los ciudadanos llamados a las urnas con la pasión y ejemplaridad de otras épicas.

Estos comicios europeos del domingo irán siempre aparejados en nuestra memoria colectiva con esas finales de liga y de «Champions League». No hay en nuestro país ni analista ni dirigente político que no se rindan a la extrapolación con el llamado «ejemplo Simeone».

Pero la relación casi siempre interesada de fútbol y política es como agua y aceite. La dictadura franquista hizo lo que pudo con el gol de Marcelino nada menos que al demonio soviético, la de Videla y sus milicos lo intentó en Argentina con la victoria de la albiceleste en el Mundial 76, hace cuatro años la ex vicepresidenta socialista Fernández de la Vega insinuaba el descontento del PP con la victoria de «la Roja» en el Mundial y hasta algún alma cándida proponía hace días juntar en la Puerta del Sol a las aficiones de Real y Atlético en la final de «Champions», como si eso no fueran pólvora y nitroglicerina, por no hablar del secular intento de convertir a un Barça que es universal en lo deportivo en «algo más que un club». El «Cholismo» ha ido más allá de los valores de colegio de pago. Ha dado, siendo otros sus objetivos, un golpe sobre la mesa simultáneo a una campaña electoral marcada por la desafección y por la deficiente imagen de unos políticos que sueñan con ser manteados como el míster argentino. Pues, ya saben, menos fotos de palco y más «partido a partido».