María José Navarro

Europa

La Razón
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El otro día, en Madrid, se despertó una vergüenza que estaba callada. En plena Plaza Mayor y, gracias a que alguien llevaba una cámara, nos dimos cuenta de nuestra realidad. Unos holandeses, a los que espero que su club (PSV Eindhoven) expulse para los restos, humillaron el martes a unas gitanas rumanas que mendigaban. Quemaron billetes delante de sus narices, por si no fuera suficiente vejación hacerles recoger el dinero del suelo. Al día siguiente, la escena se repetía en Barcelona, esta vez a cuenta de los hinchas del Arsenal inglés. Y para rematar una semana deleznable, un grupo de aficionados del Sparta de Praga rodeaban en Roma a una señora que pedía dinero y uno de esos tipos le orinó encima. No les extrañe, por tanto, que el Consejo Europeo esté a lo suyo. Lo suyo es, en papel caro y con el sello con la mejor tinta, refrendar esta basura. Es darle categoría a esta mierda de gente que presume de estar en un mundo al que el resto no puede aspirar. Porque en el fondo, es lo mismo. Se trata de esta vieja Europa rica, asquerosa, altanera, que jamás ha sabido resolver los conflictos con humanidad pero que presume de sus muertos. Uy, lo que ha sufrido Europa, no vengan a pedirnos ayuda que estamos aún llorando e inaugurando museos. Llamen otro día que estamos lamiéndonos las heridas. Es uno con ochenta la llamada, por cierto. Si tuviera Vd contrato con alguna de nuestras operadoras le costaría tan solo uno setenta. Mire, además, tenemos cobertura en alta mar. Y terminales smartphone sumergibles. Lo importante es que esté Vd comunicado y se pueda hacer un selfie en el cayuco. ¿Le puedo ofrecer un seguro de mantenimiento? Es por si sobrevive. Para que no pierda el contacto con los suyos porque es que traerlos va a estar complicado. No se preocupe, le vuelvo a llamar, que le pillo mal. La vieja Europa rica que puede que sepa de mercancías, pero que jamás ha entendido de seres humanos.