Luis Alejandre
General Batet (1934-2014)
Se cumplen estos días los 80 años de aquel octubre de 1934. Ocupaba la Comandancia de la Cuarta División Orgánica el general Domingo Batet, un hombre honesto y responsable. Azaña había suprimido las Capitanías Generales viendo en ellas residuales poderes políticos o judiciales. La de Cataluña se ubicaba en el bello y bien conservado Convento de La Merced desde septiembre de 1845. La obsesión por borrar un nombre tan nuestro como es el de «capitanía» se reiteró a comienzos de este siglo por Orden Ministerial de Federico Trillo, presionado por un poliédrico nacionalista catalán, hoy en situación de «expectativa de destino». Domingo Batet había nacido en Tarragona en 1872 en el seno de una familia dedicada a la importación y comercialización de maderas, con raíces familiares en L´Illa, Montblanc, Conca del Barberá y Reus. Catalán por los cuatro costados. Casó con una alavesa –Elvira Martínez de Larrea–, de familia de arraigadas creencias católicas, que le dio dos hijos.
Formado en la Academia de Infantería de Toledo sirvió en Cuba durante sus primeros empleos con anotaciones más que positivas en su hoja de servicios. Luego alternará destinos, con el intento de ingresar en la Escuela de Estado Mayor, hasta encontrarle como uno de los instructores del Informe Picasso tras el Desastre de Anual. Sucediendo al general López Ochoa, desde el 13 de diciembre de 1931 mandaba la 4ª División Orgánica. Desde ella vivirá los sucesos de 1934, antes y después de que el presidente de la Generalitat, Luis Companys, le conminase por escrito un 6 de Octubre:
«Requereixo a V.E. perque amb la força que comana, es posi a las ordres per a servir a la República Federal que acabo de proclamar» (sic).
Ya conocen los bandazos políticos previos a esta fecha. Destacaré solo unos momentos, que considero clave. El 30 de agosto de 1933 el Gobierno transfería los servicios de orden público a la Generalitat, que encuadraría a la Guardia Civil, rebautizada como Guardia Nacional Republicana, a la Guardia de Asalto y a los Mossos d´Escuadra. Se nombró como Conseller de Gobernación a Josep Dencás y como jefe de Orden Público a Miguel Badía. La influencia de ambos será negativamente crucial para comprender las decisiones de Companys. Del primero –Dencás– dirá Ricardo de la Cierva que será el primer «fascista, catalán de izquierdas».
El día de Navidad del mismo año, moría el president Maciá. El 31 de diciembre el Parlament de Cataluña elegía como sucesor a Companys, que en los comienzos de su carrera política se consideraba «republicano, obrerista y españolista».
Batet que vive y conoce la evolución de la situación en Cataluña, informa lealmente a su ministro Hidalgo y al propio Companys. Por una parte defiende de insultos y provocaciones a sus subordinados; por otra les pide disciplina y prudencia. El 23 de septiembre el Gobierno de Madrid declara el estado de «alarma» en todo el territorio nacional. Batet a través de su yerno Francisco Carbó y de Tarradellas, intenta influir sobre Companys. Desiste aquél, que lo recordaba en una entrevista del 12 de septiembre de 1985, porque «en aquel momento había roto con Companys y además este era «tossut» (tozudo).
El 3 de octubre se anuncia la formación del cuarto Gobierno Lerroux, que incluye tres ministros de la derechista CEDA. Saltan los fusibles. En Barcelona el PSOE y la Alianza Obrera, una potente coalición formada por UGT, los comunistas del BOC (Bloc Obrer y Camperol de Maurin) y el CADCI, declaran la huelga general. Batet ordena el acuartelamiento de sus tropas. Se suceden asaltos a La Vanguardia; un intento de secuestro del propio Batet en el que mueren su ejecutor, el capitán de Asalto Maximiliano Viardeau y varios de sus hombres; el corte de las comunicaciones telefónicas y telegráficas militares. Batet se tiene que valer de un teletipo de la Delegación del Gobierno –su relación con el Delegado Ramón Carreras siempre fue buena– discretamente instalado en una torre de la calle Córcega.
Todo se precipita. Desde Radio Barcelona se calienta el ambiente. El director de «La Vanguardia» Agustin Calvet, «Gaziel» en pseudónimo, escribirá: «Yo me resisto a la noticia; todavía creo en el seny catalán».
Lo demás ya lo saben. Alianza Obrera amenaza en proclamar la República Catalana por su cuenta. A las 8 de la tarde lo hace el propio Companys desde el balcón de la Generalitat.
¿Cuánto tiempo necesita usted Batet, para hacerse cargo? Le interroga Lerroux. «Si quieren y el Gobierno lo estima preciso y urgente, ahora mismo», contestará el General.
Durante el siguiente día 7 todo se reconduce.
Termino con el estremecedor testimonio del alcalde de Barcelona Pi i Suñer : «Nos dimos un abrazo en la Plaza Companys y yo; sobraban las palabras; luego comenzamos a andar hacia la Comandancia Militar donde nos esperaba Batet, con soldados a ambos lados y otros detrás. Todos con el fusil a punto. Y en el frío gris, poco después de amanecer, sólo se oía el pisar de nuestros pasos por la calle desierta».
¡Han pasado 80 años!
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