José María Marco

Gibraltar en español

Tal como anunciaba LA RAZÓN ayer, la política española con respecto a Gibraltar va a cambiar tras las últimas provocaciones de las autoridades de la roca, amparadas por los británicos. Cualquier cosa que se haga de las muchas que se han indicado estará bien, en particular devolver la Armada española a las inmediaciones del Peñón, aunque el Gobierno, y en particular el ministro José Manuel García Margallo, deben de saber bien la dificultad del asunto. Gibraltar no se refiere sólo, efectivamente, a un enfrentamiento de intereses. Del lado español, las repercusiones van mucho más allá y afectan a toda una idea de España, que explica la lamentable política seguida en los últimos años.

José Luis Rodríguez Zapatero, efectivamente, apuntó a una posible reintegración de Gibraltar en una España postnacional, de la que el propio estatus de Gibraltar –por muy descabellado que parezca– era un modelo. La clave simbólica no estaba sólo en el absurdo estatus que se dio al gobierno gibraltareño en las conversaciones entre España y Gran Bretaña. También estuvo en la apertura del aún más absurdo Instituto Cervantes en Gibraltar, donde todo el mundo habla español tan bien, o mejor, que cualquier ex ministro o ex presidente socialista.

A nadie se le escapa que allí donde los británicos han seguido una política exterior seria, es decir de Estado, los españoles han dado bandazos según los intereses o las fantasías del gobierno de turno. El motivo está en la falta de consenso sobre la idea de España, una carencia que el actual gobierno no puede corregir solo, como es natural. En cambio, sí está en su mano elaborar, a largo plazo, las bases de una idea de España sobre las que algún día se pueda elaborar el consenso. Un gesto muy obvio sería revisar la presencia del Cervantes en Gibraltar.