Julián Redondo

Goles de sutura

Riazor, de gala; en la memoria, el «centenariazo», nostalgia de unos tiempos que no volverán,posiblemente en años, recuerdo crepuscular; el Deportivo, hasta el filo de la media hora como si no fuera un recién ascendido en fase de reconstrucción; en éstas, centra Arbeloa, se eleva Cristiano y Lux sigue la trayectoria de la pelota como Pinto en Mestalla cuando aquel fabuloso cabezazo que valió una Copa. Principio y fin a raíz de un remate. El perdedor busca el empate y en el esfuerzo se desangra. No da la talla. El equipo de Víctor Fernández, resignado en el banquillo donde salvo la indeseable guadaña no tiene recursos, se dispone al vapuleo. Y no es que no sepa, que tampoco, es que no puede.

Ocho goles fuera de casa, tres de Cristiano, por segunda vez al Deportivo, dos de Bale, uno maravilloso de James y dos guisantes como una catedral. Entró Chicharito –guisantito en México– por el galés y rubricó la mayor goleada del Madrid en su historia visitante. El 2-7, un «Chicharazo» desde fuera del área por toda la escuadra; en el 2-8, Javier Hernández halló la inestimable colaboración de un central que ayudó a desviar el tiro que supuestamente Lux iba a detener.

No hay mejor sutura que un festival goleador para una herida que aún muestra una cicatriz de seis puntos, todavía indisimulable. Pero así empieza la recuperación, que no depende exclusivamente de los propios esfuerzos. Hay factores externos que obligan al Madrid a no dormirse tras el banquete. Uno de esos intangibles, el Barça, por ejemplo; otro, que el Deportivo no compite en su Liga, y uno más que inquieta por redundante: los dos goles encajados por Casillas, ninguno culpa suya, sólo consecuencia del ajuste del sistema defensivo que tiene pendiente Ancelotti.