Lucas Haurie

Griñán eurodesbarra

El euroescepticismo es un movimiento con todo su sentido en el Reino Unido, tan celoso de su aislamiento y de su libra esterlina, e incluso se entiende que algún demagogo aproveche la zozobra para prender esa mecha en Holanda, Francia y, sobre todo, Alemania: que pagan, de acuerdo, aunque omiten el detalle de que así financian a sus más fieles clientes para excitar los egoísmos pueblerinos. Lo que sólo se explica desde las obligaciones de su cautiverio en las mazmorras ideológicas de Valderas (o de una sobrevenida afición al desayuno con cazalla) es que el presidente de la Junta de Andalucía execre a la Unión Europea. Hasta uno de sus consejeros sería capaz de entender que sin los benditos fondos de cohesión, los bajeles económicos de la región navegarían hoy en aguas tercermundistas con aromas vagamente subdesarrollados. Casi treinta años lleva Bruselas tirando millones por el sumidero andaluz, para que ahora venga José Antonio (¡¡presente!!) Griñán a plantear una enmienda a la totalidad por cuestionarse en sede comunitaria la legalidad del decreto populista sobre la expropiación de viviendas impuesto por la muleta antisistema que se tuvo que buscar tras perder las elecciones. Si «Europa no merece la pena», como dijo la pasada semana, habrá de explicar su alternativa. Él se decantaría por la autarquía y el regreso a la peseta, con la máquina de imprimir billetes instalada en San Telmo; sus socios de IU, por integrarnos en el eje bolivariano junto a Cuba, Venezuela, Bolivia y la cleptocracia peronista de los Kirchner. Qué futuro venturoso.