Alfonso Merlos
Huele a chamusquina
Es la corrupción en estado puro. Presuntamente. Porque las condenas estarán al caer o se demorarán un tiempo.
Pero es evidente que la trama de las ITV revela a las claras los chanchullos que –ascendidos a la categoría de delito– se dan cuando hay empresarios con ánimo de forrarse a toda costa y políticos que se creen intocables; y que, por supuesto tienen la misma vocación de llenarse los bolsillos por las buenas o por las malas, desviando parte de la pasta trincada a familiares cercanos o por los medios que toquen y cuando toque.
¡Qué más da!
¡Todo es bueno para el convento!
Y al final las vergüenzas se pueden tapar con la bandera del nacionalismo. Y tiro porque me toca.
Pues ¡no, no y no!
Es un escándalo episódico y creciente el que toca de lleno al político llamado a liderar la herencia del muy honorable Jordi Pujol.
Y es obvio que las explicaciones aportadas en defensa de Oriol Pujol no convencen a casi nadie. Ni siquiera a la propia parroquia soberanista e indiscutiblemente elitista. Porque muy fea y, a la vez, muy transparente tiene que estar viendo la cosa la justicia cuando reclama un análisis de rayos X proyectados sobre las cuentas de este preboste del separatismo edulcorado, aburguesado e infructuosamente camuflado.
Esta red de mentiras que parecen destaparse a medida que avanzan las pesquisas debe ser desentrañada para que los ciudadanos vean en los tribunales lo que deben. Primero, que su acción es rápida y demoledora. Segundo, que no puede haber representantes públicos que, por la razón de serlo, no la paguen cuando
la lían. Y aquí estamos ante algo más que un lío que se va a aclarar. Tiemble quien tiemble. Al tiempo. Ya queda menos.
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