Ely del Valle
Imposible empatizar
Vaya por delante que soy contraria al jurado popular. Si para levantar un tabique acudimos a un especialista, creo que con más razón la justicia tiene que ser cosa de profesionales. En el «caso Bretón» se ha decidido –gracias a la ley que puso en marcha el mismo Be-lloch que, curiosamente, ahora cuestiona que se aplique a los delitos de corrupción política– que sean nueve ciudadanos de a pie los que determinen si es culpable o inocente. No les arriendo las ganancias. De entrada, el abogado defensor ha intentado desacreditarles alegando que es imposible que no estén contaminados por lo mediático del caso. Seguramente, tiene razón, pero ahora que se ha iniciado el proceso, no hay duda de que nada de lo que se haya publicado está jugando tan en contra de Bretón como el propio Bretón. Imposible simpatizar con esos ojos de película de Polanski o con su lenguaje corporal de muñeco articulado. Dicen los expertos que es muy inteligente y sin embargo, en los días que lleva el juicio en marcha, ya ha demostrado que él es su principal enemigo. Bretón recuerda demasiado a una mantis religiosa. Sus contradicciones, unidas a su incapacidad para empatizar con el resto de la humanidad, le convierten en carne de cañón de una opinión pública que, diga lo que diga el letrado, es libre de pensar lo que le salga de las narices. Otra cosa es lo que determine un jurado que deberá decidir no por lo que haya podido saber antes del juicio, sino por lo que digan los expertos y testigos que serán llamados a declarar, pero de momento, Bretón sigue siendo, a los ojos de quienes no tenemos esa responsabilidad, alguien inquietante. Y eso, mal que le pese a su abogado, no tiene remedio.
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