Julián Cabrera
Inexcusable sentada
Nada peor que acabar un período político con la constatación de que se ha dejado para el siguiente el asunto de mayor trascendencia. A nadie se le escapa que el «otoño caliente» que aguarda tendrá mucho que ver con el órdago soberanista catalán, por eso cerrar un curso con notable en muchas materias sin al menos intentar agarrar al peor encarado miura por los cuernos no sería demasiado entendible.
Cuando Rajoy y Mas se fiaban en la distancia la pasada semana a propósito de un encuentro cuya imperiosidad viene clamando a los cielos, cualquier buen entendedor pudo intuir que «algo había». La confirmación de la reunión y aseveraciones posteriores de Rajoy y su entorno, primero reconociendo la existencia del problema catalán y la necesidad de abordarlo y segundo insistiendo en que dentro de los límites de la Constitución debe haber diálogo, no se plantean a «humo de pajas».
Seré más explícito. Afortunadamente hay movimientos que trascienden el «y tú más» entre dirigentes de CiU y el Gobierno central y, en este punto, la ley de consultas que tramita el Parlamento catalán es mucho más clave de lo que pudiera parecer. Va mucho más allá de las alharacas en torno a la tozudez de la consulta de noviembre.
Si esa ley de consultas fuera «razonablemente» enmendada por oposición y Gobierno en Cataluña garantizándole un espíritu constitucional, no tendría por qué ser una quimera, aunque obligaría, eso sí, entre otros sensibles cambios y matices, a desechar los términos de la absurda pregunta hoy planteada para el 9 de noviembre.
Conclusión, no dejen de hablar y, si es bajo la mesa, recuerden las líneas rojas marcadas por la Carta Magna que no se pueden traspasar. Hagan su «sentada» y tendrán más merecidos sus sansenxos y sus menorcas.
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