Atlético de Madrid

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Involución

La Razón
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Muerto y resucitado. Necesitaba el Sevilla de Montella un milagro para renacer y lo obtuvo con la colaboración del Atlético, el equipo más disciplinado de occidente transformado en el ejército de Pancho Villa por arte de birlibirloque. Simeone tomó las riendas hace seis temporadas y media. Encontró un grupo deprimido que perdía los partidos casi antes de que el árbitro señalara el comienzo. Aquello era un solar.

Convenció a los jugadores de sus posibilidades, les hizo creer que eran los mejores; les enseñó disciplina táctica, estrategia en los lanzamientos a balón parado y les inculcó un hambre atroz por ganar. El Cholo encumbró al Atlético, recuperó la autoestima de sus futbolistas y de su afición, que le venera. Es dios, con minúscula. Por eso cuesta digerir que después de discutir con el Madrid y el Barça cualquier título el Eibar le embotelle durante 45 minutos angustiosos, que el Girona arranque un empate del Metropolitano, por poner un par de ejemplos tan contundentes como el disloque sufrido con el Qarabag, y que a su costa resucitara el Sevilla, que le ganó en los últimos minutos en el encuentro de ida y en los primeros de cada tiempo en el de la vuelta copera. Como en los viejos tiempos.

No es esta plantilla del Atlético peor que la que ganó una Liga o una Copa y pisó dos finales de Champions. Puede que incluso sea mejor, o parecida; por eso es incongruente lo que ocurre. Un gol de estrategia a pelota parada es un recuerdo nostálgico y el descoloque en el sistema defensivo, pesadilla y tormento de los peores años.

Pancho Villa, una leyenda que invadió Columbus (Estados Unidos), se casó 23 veces, una por la Iglesia, tuvo 23 hijos, le asesinaron en El Parral, sus anárquicos soldados daban la vida por él y la mitad de sus paisanos le adoraba. El Cholo es el ídolo de la afición, pero sus hombres ni dan la vida por él, o así parece, ni responden a las expectativas. Si el jefe no manda, Houston, tenemos un problema.