Cristina López Schlichting
José Beltrán
Corremos tanto, corremos tanto tras la zanahoria del rendimiento, el éxito, el dinero, que a veces se nos pasa la carrera sin mirar siquiera al que va al lado. Así que he decidido parar un instante, bajarme del tren de las noticias y agradecer en alto a José Beltrán la compañía que ha sido estos años para los lectores y para esta humilde plumilla. Pepe es el director de las páginas de Sociedad de LA RAZÓN, pero las manchetas de los periódicos son tan magras y nuestra vista tan apresurada, que pocas veces caemos en la cuenta de quién busca información para nosotros. Gracias a él, hemos sabido qué pasaba en las aulas españolas, los hogares, las calles. Este treintañero pertinaz ha husmeado para nosotros y voceado después en el periódico. Merece la pena mandarle un abrazo a quien ahora se estrena como flamante director de una revista antigua y prestigiosa, «Vida Nueva». La publicación gana un tipo eficacísimo, que escribe como los ángeles y se entera como un lince; LA RAZÓN se honra con devolver a la sociedad un periodista de raza, formado en su redacción. Echaré de menos las curiosas conversaciones de los jueves, un espacio hilarante en que repasábamos la actualidad entre chistes –mejor reír que llorar– y en tres patadas centrábamos mi artículo de los viernes. También me faltarán su retranca y esa distancia –tan rara en un hombre joven– que permite enfocar la actualidad difícil sin desesperarse y que, al fin y al cabo, revela lo que José Beltrán es: un profundo y conmovido cristiano. Pepe es uno de los ya raros ejemplares de hombre listo y diligente que hace algo más que perseguir la falsa zanahoria del éxito. Que busca el sentido profundo de las cosas. Y tendrá éxito precisamente por eso. Bravo, amigo.
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