Alfonso Merlos

Justicia inacabada

No hay reparación si no hay verdad. Si no se atiende la dignidad de las víctimas del terrorismo. Si la justicia no es completa, redonda, definitiva. Y en ésas exactamente estamos. No es relevante que la banda terrorista ETA haya dejado de asesinar si sus pistoleros no se han entregado, ni se han disuelto como banda, ni se han desarmado, ni han iniciado la colaboración con los tribunales para el esclarecimiento de los horribles hechos que han protagonizado. Es así. Lo quieran o no lo quieran ver los apóstoles de la paz a cualquier precio.

El «caso Pakito» significa el mazazo en la retina a los pocos españoles que no quieren ver lo que deberían: hay centenares de familiares de mártires en la causa de España y la libertad que ignoran quién amenazó a sus seres queridos, quién les acribilló, quién cambió sus vidas de un día para otro en nombre de la barbarie y la ignominia y la brutalidad más despiadada. Y esto no puede quedar así.

Dejemos a un lado la prescripción de penas. Apartemos el análisis frío de aquellos que entienden que el tiempo cura todas las heridas. ¡Es mentira! Hay algunas que no cicatrizan. Las provocadas por la pérdida cruel de un marido o una hija o un padre. Sin ninguna razón. Sin explicaciones. Sin avisos. El tiro en la nuca. La bomba lapa. La carta repleta de explosivos. Punto.

No es que la justicia en nuestro país se halle de un día para otro en la tesitura de reabrir ésta o aquella investigación. Se trata de completar el trabajo. Infatigablemente. Sin desmayo. Con todos los medios posibles. Y con el aliento de quienes creemos que la democracia prevalecerá sobre el terror. Siempre. Somos la abrumadora mayoría.