Julián Redondo

La baldosa de Messi

No corre, no expone Leo Messi, tampoco Argentina, esté o no esté Di María, baja sensible de un guerrero que dejó de correr para disgusto de Sabella. Tampoco es que Bélgica se tomara los cuartos como una maratón. Mucho ruido y pocas nueces. Físico, pases laterales y la profundidad en el fondo del mar. Y el fútbol en otra esfera, que según avanza el Mundial es como si se fuera desgastando. Tan lejos del rectángulo de juego está el espectáculo que los ojos del planeta se centran en posibles conflictos. Si Argentina con media ocasión hace un gol –no hay futbolista que gire tan rápido y tan bien orientado como Higuaín, de ahí la diana–, Bélgica necesita tirar a portería más de una vez, que es lo que hizo en ese insufrible primer tiempo. Tan malo que la tercera vértebra de Neymar cobró más importancia que las idas y venidas a cámara lenta de belgas y argentinos. Sólo cuando Messi, en la frontal, regatea a tres rivales en una baldosa, hasta que le derriban, los ojos recuperan el brillo de las grandes ocasiones. Por eso la cuestión suscitada entre bostezos era si la FIFA castigará a Zúñiga por romper la tercera vértebra a Neymar. Si Matuidi se fue de rositas después del leñazo que mandó a Onazi al hospital. Los «fifos» se han ganado el sueldo y la prima con el mordisco de Luis Suárez. Ni siquiera tuvo que vacunarse contra la rabia. Precisamente eso, rabia, y desencanto quizá es lo que provocan partidos como éste que tanta gloria ha proporcionado a Argentina como desengaño, merecido, a Bélgica. Y menos mal que Messi baila en una baldosa.