Restringido
La bomba china
No gana uno para sustos. Ya nos habíamos resignado a que fueran los chinos quienes tiraran del carro de la economía mundial y nos salen ahora con que China pincha.
Vistas las cifras de estas latitudes, ignoro si un crecimiento del PIB del 6%, como el que tienen ellos este año es para entrar en pánico, pero no albergo la mínima duda de que el «Gran Dragón» revienta a medio plazo.
He estado releyendo «Auge y caída de las grandes potencias», donde Paul Kennedy analiza el desplome de varios imperios, incluido el español, pero no van por ahí mis tiros. Yo miraría más a Japón, donde me despachó hace treinta años la entonces refulgente revista «Cambio 16» y estuve un mes, usando como guía el libro de Ezra Vogel, mandando notas en las que aseguraba tajante que los nipones habían dado con la fórmula para ser el imbatible «Número 1» mundial y que todos, incluidos los norteamericanos, debíamos aprender de ellos.
La pifié, entre otras razones porque no valoré un factor determinante: la demografía. Lo mismo va a ocurrir con China, aunque sean legión los expertos que porfían en la tesis de que el dominio pequinés del planeta es insoslayable. No será una crisis a la japonesa. No perderán la condición de «Nº-1» porque surjan competidores en África o América Latina produciendo lo mismo más barato.
El germen de la debacle china es la política familiar impuesta por el régimen comunista en 1980. Ese año, para frenar el crecimiento de la población, el PCCH implantó la ley del hijo único, estableciendo multas y severos castigos para las familias infractoras.
El acceso a la ecografía, unido a un perverso y ancestral machismo, hizo que muchos padres eliminaran mediante el aborto e incluso ya en vida a los bebés niñas. Se impidieron 400 millones de nacimientos y una consecuencia de esa orwelliana normativa es que cada adolescente actual tiene detrás, currando para mantenerlo, a su padre, su madre y dos pares de abuelos.
Más preocupante todavía que el futuro de las pensiones es que en China, desde hace cuatro décadas, nace un 15% más de varones que de hembras. No hay que ser un genio para concluir que dentro de 20 años, cada uno de esos adolescentes a los que ahora financian seis personas, tendrá que trabajar para pagara las pensiones de por lo menos dos padre y dos abuelos. Tampoco para adivinar que habrá al menos 100 millones de tíos incapaces de encontrar pareja femenina y calientes como monos. Eso no hay país que lo aguante.
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