Julián Redondo
La burra es parda
La manía de Luis Suárez de morder al adversario le alejó de los terrenos de juego por orden de la autoridad y le tumbó en el diván. No dudó en ponerse en manos de un especialista para librarse de esa vena canibalesca que le ha hecho más daño que a las víctimas. Sancionado y sin la certeza de que en el fragor de otra batalla renacería el licántropo, el Barça lo compró al Liverpool, que se deshizo de él como si fuera un apestado y recibió una fortuna por el traspaso. Rehabilitado para jugar sin que los rivales utilicen protecciones antibocados, Suárez ha vuelto a competir como el gran jugador que es. El certificado de sanidad que no sólo le declara apto para el fútbol sino para golear, se lo han expedido en París. Dos caños mortales a David Luiz le han redimido y recuperado para la causa azulgrana. Cabe preguntarse si David Luiz hubiese preferido el dolor de una dentellada de Luis en lugar de la cuchufleta de dos túneles consecutivos. Al fútbol se juega con sotana, nos decían en los Salesianos, y con los pies. Y cabe añadir que a la hora de informar, de este deporte o de cualquier otro suceso, convendría tener en la mano los pelos de la burra para sostener que es parda. El mordisco mediático, negado por el atribulado Carvajal después del partido con el Atlético, sólo ha bajado la espuma de las lucubraciones cuando el noble guerrero Mandzukic zanjó la cuestión: «Ni mordisco ni nada». Lección del croata; otros, en cambio, ni siquiera son capaces de rectificar y siguen dando vueltas a la noria, como si fueran la burra.
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