Restringido

La «calma chicha»

La Razón
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Suma y sigue: afrontamos el décimo día de campaña. Quedan cinco más para los mítines y siete para que sentencien las urnas. Presenciamos una carrera electoral plácida que contrasta con los tiempos convulsos de estos años. Seguramente el recuerdo de las amargas consecuencias sufridas en las autonómicas y municipales por algunos candidatos que despertaron el temido monstruo del voto en contra, es un buen ungüento para ser prudentes. La diferente forma de afrontar Aguirre y Cifuentes el reto electoral de Madrid ha quedado escrito como catón. Tampoco es un asunto menor que tras el 20-D ninguno vaya a gozar de mayoría absoluta con la cual plantarse ante los demás. Ni siquiera de una mayoría estable como para no necesitar a las otras fuerzas. Todo parece señalar una legislatura donde el consenso va a ser el modus vivendi. Por no hablar del proceso de investidura del presidente. Así que mejor actuar de forma preventiva y no que se cierren puertas a las que luego habrá que llamar.

Hay otro argumento que me proporciona un destacado miembro del staff de Génova 13: «Nunca los candidatos se han jugado tanto en una campaña». Es la teoría de la volatilidad del voto, eso de que todavía hay demasiados indecisos: «Con cuatro fuerzas en disputa (a diferencia de lo que ocurría con el bipartidismo, donde sólo cabía votar blanco o negro), los contrastes son mayormente de matiz».

Así que «muchos van a decidirse el mismo día electoral, porque para una franja grande de españoles ideológicamente próximos la diferencia entre PP o Ciudadanos, PSOE o Ciudadanos y Podemos o PSOE es una cuestión sentimental», señala el vip popular.

Aún hay otro dato que añadir por la «calma chicha». Lo apuntan expertos demoscópicos. Hablando en términos futbolísticos, presenciamos un partido con «achique de espacios». Los líderes mantienen su lucha en las dos partes centrales del terreno de juego. Por razones estratégicas, nadie desea salirse de la centralidad política, ni siquiera el «outsider» Podemos, que busca el voto socialdemócrata. Y en esa batalla por el centro las formas son incluso más importantes que lo que se dice. Los líderes temen perder la imagen moderada. Por eso, en cuanto Pedro Sanchez empleó el martes durante un mitin gritos estridentes, seguramente espoleado por las críticas a su «mansedumbre» en el debate a cuatro, sus asesores, temiendo las consecuencias negativas, recularon para volver al discurso «estratégicamente correcto».