Podemos

La canción del verdugo

La Razón
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No hay peor tonto que el que se engaña a sí mismo, y en España abunda la especie. Y esa panda, la misma que festeja la muerte de un torero o defiende el encarcelamiento de opositores, ya ha encontrado al culpable de la bestial matanza de Niza. Hagan lo que hagan los terroristas islámicos, siempre aparecen en tropel dirigentes de IU, líderes de Podemos, mangantes universitarios y faranduleros televisivos, a quienes lapidarían o ahorcarían por pecadores los criminales que ellos justifican, entonando la canción del verdugo, esgrimiendo la foto del Trío de las Azores y soltando frases como: «cosechamos la violencia que sembramos». Cuando los gendarmes todavía no habían recogido todos los cadáveres esparcidos por el Paseo de los Ingleses, salió a toda prisa Pablo Iglesias para afirmar que la carnicería de Niza no es una guerra, sino delincuencia, estableciendo un necio paralelismo entre el asesino del camión y el desharrapado que manga una bicicleta o se lleva un queso del supermercado. Y añadió el de Podemos, que ahora se la coge con papel de fumar en cada declaración, que el problema no se resuelve con bombas, sino pacificando. Habrá quien sugiera que lo que ha querido subrayar Iglesias es que el tal Mohamed Lahouaiej no aparecía en los archivos policiales como fanático yihadista sino como truhán, pero las cosas no van por ahí. La tesis del líder de Podemos, apoyándose en que el bellaco era un tunecino con problemas familiares y económicos, es que la Francia de la «grandeur», la opulenta Unión Europea, la sociedad occidental capitalista no fue capaz de integrar satisfactoriamente al tipo y por lo tanto debe asumir su cuota de responsabilidad. No es un argumento aislado o marginal. En España, a mediados de 2016, reverbera por todos lados. En las redes sociales, un espacio en el que los miserables se sienten importantes, en los medios de comunicación, en los plenos de ayuntamientos que celebran el Ramadán y odian a la Iglesia Católica, en parlamentos autonómicos y hasta en el Congreso de los Diputados. Para poder afrontar el drama del terrorismo islámico, la premisa es identificar a los responsables. Y no somos nosotros, ni los países que han recibido con los brazos abiertos a los padres y los hermanaos de muchos de los facineroso que aplastan niños en unos fuegos artificiales, acribillan clientes en una discoteca o revientan a bombazos pasajeros en un aeropuerto. Aquí sólo hay unos culpables, a los que hay que perseguir sin piedad y el que no se integre o no quiera hacerlo, que se vuelva a casa.