Elecciones

La derrota del periodismo

La Razón
La RazónLa Razón

El triunfo de Trump, entre otras muchas cosas, es la derrota visible del periodismo. El triunfo del bárbaro se ha construido utilizando los medios de comunicación como canal y con las líneas editoriales en contra. Todos estaban en la crítica, el desprecio y la alerta ante el candidato republicano de bisoñé dorado. Ese posicionamiento editorial no ha significado silencio informativo. Trump estaba en las portadas, ocupando minutos y desafiando la lógica de la evolución política de las sociedades libres. Sus estridencias han entrado en todos los medios mundiales. Esas dosis de presencia que los epidemiólogos de la comunicación consideraban necesarias para la inmunidad se han convertido en infección. Los listos estaban seguros de que los resortes mediáticos serían capaces de parar el vuelco del sistema. Siempre se ha trabajado con la autosuficiencia manipuladora como última barrera pero ahora ha cambiado el paradigma, el consumo y la difusión de los mensajes. El futuro presidente de los Estados Unidos solo ha tenido el apoyo claro del panfleto del KKK frente a toda la industria del espectáculo. Trump ha crecido en esos espacios televisivos que no dan profundidad pero que dan conocimiento. No dan pensamiento solo fama. Esos son los escenarios que necesita el populismo. La receta es de sobra conocida, «dame pan y llámame tonto», en versión siglo XXI: «Critícame pero dame minutos», «mátame pero hazlo con cámaras». No debemos confundir comunicación con periodismo, porque los trucos lo único que generan son espejismos. Entonces, ¿cuál es la función del periodismo? La primera sobrevivir a la riada que arrastra al oficio junto a la sociología y la demoscopia. La reacción en caliente apunta a la cuestión del lenguaje y de la dictadura de lo «políticamente correcto». Por escribir o relatar «cagándose uno en tó» no va a mejorar nada; por abrir los espacios públicos a los «locoides conspiranóicos» no se van a ampliar los espacios de diálogo; por ampliar los taburetes tabernarios en los platós no se va a reforzar la democracia...todo lo contrario. El periodismo necesita recuperar los anclajes con esa «mayoría silenciosa», que ve, escucha, calla y vota. La cuestión es cómo reconstruir los engranajes con un colectivo que se amplía a base de canales alternativos y mayoritarios con los que reforzar su orgullo, su desconfianza y sus miedos. Solo hay una receta: la «rehumanización sensata». ¿Estamos a tiempo? No lo sé, porque en sus «batallitas» el periodismo de trinchera se ha olvidado de la verdadera guerra: la información y el «show business» nos han robado la cartera.