Rosetta Forner

La falsa tierra prometida

El tema de la inmigración es ciertamente delicado, puesto que implica dramas humanos más allá incluso de lo que la imaginación pueda abarcar. El ser humano busca ser feliz, tener que comer y poder sobrevivir. El mundo actual se está feudalizando, aunque ello se nos antoje inverosímil: cada día hay más gente pobre y más «amos de los pequeños universos» que abusan de la necesidad humana de sobrevivir y luchar por una vida digna. Esos seres humanos, que se lanzan al mar en poco menos que una colchoneta hinchable, muy desesperados o engañados, o ambas cosas, deben estar como para arriesgar sus vidas antes que quedarse en su país. Lanzarse a la «nada», como antaño se lanzaron aquellos miserables que huyeron de los señores feudales y de la esclavitud del hambre, nos revela lo inmensa que puede ser la desesperación que propina una patada a la persona empujándola al vacío del destino. No sé cómo hicieron los ocupantes del «May Flower» para embarcarse, ni de qué manera ni cómo pudieron costearse el pasaje. Tampoco acierto a explicarme cómo alguien en la miseria puede pagar un pasaje «a la tierra prometida» a no ser que venda su persona, o sea, esclavitud a cambio de pasaje, y no precisamente en «clase business».

No puede existir un futuro digno para quien cambia el ser miserable en tierra extraña por la esclavitud del señor feudal del siglo XXI, que los obliga a emigrar para quitarse problemas de encima, pues a ninguno le gusta tener «pruebas vivientes» de sus fechorías. Mientras ellos atesoran inmensas riquezas, el pueblo vive en la miseria.

Será por eso que los echan al mar, y que los hados decidan quién vive y quién muere. Obviamente, cuentan con la compasión de un occidente cristiano, al que no le importa el color ni la raza cuando se trata de dar de comer al hambriento y cobijarle. Pero esto no es la solución, sino un parche en la patera.