Ángela Vallvey
La Gran Guerra
Gaston Bouthoul aseguraba que psicológicamente la guerra es siempre «la muerte de los otros», un estado difuso de aceptación y aprobación de la inminente violencia que admite el sacrificio general, pero no el individual. Ni el mariscal o el político, ni el ciudadano, piensan jamás en su propia muerte: toleran la guerra imaginando que lo peor les pasará a los demás. La guerra es un homicidio colectivo, legalizado y organizado, que desencadena impresionantes fuerzas destructivas como el hambre, el infanticidio, el crimen bélico impune, la desestructuración familiar y social, la pobreza, el desabastecimiento, la insalubridad pública, las migraciones desesperadas, los movimientos «zombis» de población, el suicidio demográfico, el dispendio de enormes riquezas... La guerra no es el medio para conseguir un fin, sino el fin mismo, como mostraba Bouthoul. Escribe acertadamente Ricardo Artola en la introducción a su libro recién publicado «La Primera Guerra Mundial. De Lieja a Versalles» (Alianza Editorial), que la primera gran guerra fue una poderosa fuerza de la historia que «derrocó imperios, alumbró revoluciones, sembró Europa de naciones nuevas y acabó con la inocencia de los pueblos». Desde luego hizo todo eso y algo más: sentó las bases para la Segunda Guerra Mundial. España, a pesar de que se mantuvo al margen de ambas conflagraciones, es tan heredera de los grandes conflictos mundiales como el resto del territorio europeo. La IGM marcó a sangre y fuego lo que somos, lo que ahora es Europa.
Los frentes, las batallas, una precisa cartografía, las biografías de los protagonistas, la cronología, los iconos de la guerra...: este libro esclarecedor y didáctico, hermosamente editado, ágil y de placentera lectura, coloca al alcance de todos los públicos las claves cardinales de una lucha fundamental para comprender la Europa de hoy y, sin duda, también la de mañana. Una reflexión necesaria.
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