Alfonso Merlos

La grieta del terror

La actividad terrorista no ha cesado. Y la abertura larga y estrecha que separa en la cárcel a los etarras sumisos de los díscolos se ensancha día a día. Son las dos conclusiones decisivas de la información que hoy revela LA RAZÓN, y de la que se puede colegir que la última operación contra las estructuras periféricas del crimen es cualquier cosa menos una venganza, como sostienen desde la infamia los becerros de Sortu.

En efecto, el Estado de Derecho no procede a detener a un grupo de abogados, salvo que se acumulen contra ellos indicios sólidos que les impliquen en la comisión de delitos, execrables o no. Y en efecto, conviene –para reafirmar nuestro compromiso como nación en la lucha contra estas alimañas– que se aclaren los nexos que sirven para engrasar esta maquinaria que hoy descansa (sólo en apariencia) achatarrada en las prisiones de medio país. En ello se está. Y así se entiende que hayamos conocido cómo los jefes de esta mafia premian a los pistoleros recluidos que se portan bien y castigan sin la «paguita» a los que dan un paso atrás, o intentan separarse de su pasado sangriento a pesar de que sus disculpas sean fingidas, sólo firmadas fríamente para acceder a beneficios penitenciarios. Porque ya se sabe la doctrina oficial de estos miserables: ni perdón ni arrepentimiento.

A la luz de estos detalles sobre los métodos y las tácticas que siguen usando estos rufianes, conviene recordar algo. Es verdad que el tiempo ha ayudado a algunas víctimas de ETA a convivir con el dolor, pero la herida provocada por centenares de pérdidas irrecuperables rara vez cicatriza. La Policía, la Guardia Civil y los tribunales deben completar un trabajo inacabado. ¡Ánimo y adelante!