José María Marco
La hora del bipartidismo
No es bueno despreciar al adversario. Así lo entendieron en el Partido Popular después de comprobar las consecuencias del desprecio de Aznar hacia Rodríguez Zapatero. Mariano Rajoy, que habrá cometido sus propios errores, no había cometido este... por lo menos hasta el debate del miércoles, cuando pareció dejar claro lo que piensa de Pedro Sánchez.
En realidad, el exabrupto indica que no se trata de desprecio. En la expresión y el gesto de Rajoy hubo más bien despecho, un reproche dirigido al interlocutor por su incapacidad para estar a la altura de lo que se espera de él. Tal vez Rajoy, después del pacto contra el terrorismo yihadista, había llegado a figurarse otro Partido Socialista. Uno que había alcanzado la mayoría de edad y comprendido que en la actual situación española son imprescindibles dos grandes partidos moderados.
No ha sido así. Pedro Sánchez y el PSOE siguen empeñados en imaginarse a sí mismos como el único partido con legitimidad suficiente para gobernar la democracia española. Es este sesgo el que ha determinado la gobernación de nuestro país en los años de democracia: no el bipartidismo imperfecto, como se repite una y otra vez como quien entona un mantra que le evita pensar por cuenta propia, sino un monopartidismo casi perfecto, vigente durante las largas temporadas en las que uno de los dos grandes partidos decide suicidarse o retraerse, como se decía antes. Es lo que ocurrió en 1982 y lo que viene ocurriendo desde 1996. Rajoy pudo pensar que esa situación estaba llegando a su fin. No ha sido así, y el Partido Popular tendrá que seguir asumiendo en solitario todo el peso del sistema y de la gobernación de sus instituciones. Los socialistas han decidido seguir viéndose a ellos mismos no como un partido de gobierno, sino como la alternativa utópica y radical, incluso cuando esa misma actitud ha dado pie a la aparición de organizaciones más radicales aún. Pues bien, el monopartidismo, posible hasta hace escasamente cinco años, ya no lo es en las mismas condiciones. Va a ser muy difícil mantenerlo. La crisis ha cambiado (y seguirá cambiando) profundamente la sociedad española. En el PSOE parecen creer que eso corrobora el acierto de la vía radical. Es al revés. La situación, muy grave, requiere alternativas grandes, articuladas, complejas, no recetas basadas en eslóganes infantiles. En el debate del miércoles Pedro Sánchez y el PSOE asumieron la responsabilidad de haber hecho imposible esta salida. De ahí, probablemente, la amargura expresada en el reproche de Mariano Rajoy.
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