Abel Hernández
La hora tonta de Escocia y Cataluña
Nos acercamos a la hora de la verdad, o mejor, la hora tonta de Escocia y Cataluña. En víspera del referéndum de Escocia y a una semana de la comparecencia de Jordi Pujol en el Parlament para dar cuenta de sus actos, en Cataluña se movilizan los fiscales por si acaso y en Escocia, los últimos indecisos. Si se cumplen los sondeos, en Escocia ganará el «no» por los pelos, lo que producirá un respiro en Gran Bretaña y en toda la Unión Europea. Aunque el caso tenga poco que ver con Cataluña, también aquí se recibirá la noticia con alivio. Si los escoceses, con una larga historia soberana detrás, prefieren seguir en la Unión, ¿qué argumentos psicológicos y objetivos les quedan a los catalanes para la separación? Rajoy lo ha dejado claro: estos devaneos separatistas son un «torpedo» en la línea de flotación de Europa y sólo provocan «pobreza y recesión». En ambos casos, el argumento económico de las grandes empresas prevalece a la hora de la verdad sobre otros sentimientos más humanos. Sin embargo, al final se impondrán los argumentos políticos a favor de la cohesión de Europa. Bruselas no facilitaría el ingreso a ningún país segregado. Esos son los planes. Se trata de evitar el desbarajuste por contagio. Conviene, en esta hora crucial y tonta, que nadie se llame a engaño.
En cuanto a lo de aquí, se sabe de sobra desde hace tiempo que no habrá referendum el 9-N en Cataluña. Todos los mecanismos legales están dispuestos para impedirlo. Por eso se reúnen hoy los fiscales en Barcelona para aquilatar criterios. Parece que queda claro que si alguien se salta la ley a la torera, como propone Oriol Junqueras, habrá de atenerse a las consecuencias. Todo indica que Artur Mas, el aventurero, no sabe cómo salir del berenjenal en que se ha metido. Por unas razones o por otras, nadie desea, ante la previsible frustración histórica de la suspensión de la consulta, unas elecciones precipitadas de carácter plebiscitario, que acabarían por destrozar a CiU, actual formación gobernante, que ya está como unos zorros, y que no garantizarían una mayoría absoluta y convincente del sector soberanista, como ha reconocido el susodicho president. Podría vencer el conglomerado no separatista. Esta situación está empezando a mostrar las primeras fisuras serias entre CiU y ERC y, más ostensiblemente, entre Convergència y la Uniò de Duran Lleida. No se adivina todavía una salida. El fracaso cantado del 9-N obligará a un Artur Mas quemado a dimitir. No sería razonable que volviera a encargarse él de formar nuevo Gobierno, para el que ya se han ofrecido los socialistas catalanes, que tampoco están para tirar cohetes. ¿Quién entonces? Y no acaba ahí la cosa. Habrá que ver además cómo responden en la calle las muchedumbres frustradas y engañadas de la «V» de la Diada. Se abre, pues, un escenario complicado e incierto.
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