Rosetta Forner

La insoportable maldad

En el tanatorio, el padre adoptivo de Asunta lloraba solo en un aparte sin que nadie le consolase. ¿Pena, desconsuelo, dolor o insoportable culpabilidad al apercibirse de las irreversibles consecuencias de su acción? ¿Culpable o inocente? De momento, sólo el Cielo lo sabe. Todas las pruebas apuntan a los padres adoptivos. Se busca un motivo que justifique semejante barbarie. Tanto si fueron los padres como si fue un «extraño», ¿por qué matar a una niña de trece años? Por celos, despecho, locura, o por simple maldad. Es muy duro asumirlo, pero la maldad existe. Sólo el ser humano es capaz de ser despiadadamente cruel con un semejante. Sólo un alma ruin, ajena a la bondad, puede encontrar justificación para eliminar a un hijo –adoptivo o biológico–. Aunque los hijos sólo se convierten en hijos cuando lo son del alma. Porque sólo ésta es la creadora de los únicos lazos que pueden unir: sin alma no hay amor. ¿Puede un hombre estar tan sometido a una mujer como para llegar a matar para complacerla? Puede. Eran un matrimonio camino del naufragio porque el barco del amor hacía agua. Lo solucionaron adoptando a una niña. Con el tiempo, ésta se tornó inservible para su propósito. Y, tal y como se hace con algo que ya no sirve, la «tiraron» –si es cierta la hipótesis de que fueron ellos–. Salvo que, Asunta no era un trasto, sino un ser humano con todo el ovillo de su vida por desenrollar. Cuando alguien mata para «obtener el amor de otro», encuentra justificada su vileza. Empero, lloraba en el funeral. ¿Se tapaba la cara con las manos porque estaba avergonzado de su acto, o por no haber tenido las agallas suficientes para impedirlo, o por no haberse tomado en serio las «locuras» de su ex? A veces, no vemos lo que tenemos delante porque no queremos asumir que el mal existe y la realidad nos supera. Son las consecuencias de la patología cotidiana del horror: que la violencia se ha convertido en algo «normal». Sólo el amor puede eliminar la maldad.