María José Navarro

«La medida»

Ha dicho el ministro del Interior que si encuentran mecanismos que provoquen los mismos efectos disuasorios que las famosas concertinas no tendrá problema alguno en ponerlos en marcha y retirar las cuchillas. Suena a alivio para todos los que estamos en contra de «la medida», que es como la llama Mariano Rajoy. Supongo que será complicado atinar en estas cosas cuando uno tiene responsabilidad en la gestión de un país pero sería bueno recordar por qué algunos creemos que no se pueden mantener y que jamás debieron instalarse. Sería bueno recordar, efectivamente (y también es de justicia) que la propia UE ha recomendado una y otra vez reforzar las fronteras del sur. Bien es verdad que los acontecimientos ocurridos en Lampedusa sacudieron durante semanas las conciencias de los ciudadanos del autoproclamado primer mundo, pero eso no ha sido suficiente. Nuestros gobernantes, reunidos con caras muy serias y gestos bien circunspectos decidieron solemnemente aplazar las decisiones hasta junio de 2014. ¿Por qué, mis queridos niños, se ha retrasado? Pues porque hay elecciones europeas y todo el mundo tiene miedo a perder una porción de la tarta, un pastel en el que también pueden pillar cacho los partidos de extrema derecha, animados por la población descontenta con la crisis que culpa a la inmigración. Las concertinas no pueden mantenerse por cuestiones electorales, pero tampoco por el derecho a la legítima defensa de un Estado. La ley dice que debe existir proporcionalidad y es evidente que aquí no se da tal proporción. Poner una valla y una cuchilla es lo mismo que disparar a una anciana que nos pega con su garrota. Hasta que nuestra solidaridad no sea activa en sus países de origen seguiremos en las mismas. Una pena.