Julián Redondo
La noche me confunde
De éxito también se muere, o se enferma, y si el diagnóstico es acertado y precoz, con los remedios adecuados, trabajo, humildad y sacrifico, levantar cabeza siempre es posible. Florentino Pérez ha avisado a los jugadores del Madrid, esos veintidós empleados que disfrutan de un convenio laboral privilegiado y que le dan más guerra que los 115.000 que ACS tiene repartidos por el mundo. Ya está bien de hacer el ganso, hay que espabilar y recuperar el pulso del venturoso 2014 y fulminar los malos presagios de 2015. Es el mensaje, el síntoma es una cadena de malos resultados que, mezclados con sensaciones, disgustan en el marcador y preocupan en el campo. Es inaudito que el éxito aburra a quien lo ha ganado todo, que confunda, como la noche a Dinio o las primeras arrugas a Uma Thurman que, tras pasar por el quirófano, ha reaparecido con el aspecto de la hermana de Frankenstein, tras la huellas de Meg Ryan y Nicole Kidman. Hay cambios incomprensibles que seguro que tienen una razón de ser: la edad, las patas de gallo, el hastío de ver cada mañana el mismo rostro frente al espejo... Tampoco la reacción de Casillas al encajar el 1-0 del Atlético admite una explicación convincente. Recibió cinco goles ante Holanda en Brasil, asumió la parte alícuota de culpa y no señaló a Azpilicueta, Sergio Ramos, Piqué y Jordi Alba por el desaguisado. Ejerció de capitán. El sábado encendió el ventilador para que la porquería alcanzase a Nacho y a Varane. El brazalete sólo admite el reparto de culpas cuando se asumen los errores de los demás.
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