Rosetta Forner

La oscura edad media del s. XXI

«Si la vida real no te gusta, apúntate a lo virtual. Así tendrás licencia para ser o sacar lo peor de ti». Éste podría ser el slogan publicitario de muchos videojuegos. ¿Por qué será que a nadie le da por darles contenidos fomentadores de la bondad, la empatía, la caridad, la asertividad? ¿No se venderían? ¿Acaso al ser humano le encanta que le den «permiso» para sacar su lado malo? Tal vez, en general, no acertamos a darnos cuenta de la conexión existente entre el contenido de los videojuegos y las actitudes y conductas disfuncionales en la juventud en particular y en la sociedad en general. Se han incorporado en el sistema como «normales» –cuando son anormales– al mostrar habitualmente escenas de violencia, sexo, asesinatos y defenestración. Inculcándonos que lo «progre» es alguien sometiendo a un semejante ya sea mediante la agresividad, la violencia, o el sexo o todo junto. Al propiciar el individualismo egoísta y el hacer catarsis reforzando aquello que se está tratando de «descargar», se entra en un bucle de autodestrucción espiritual, donde «todo vale». Empero, la vida no es un videojuego y las consecuencias de la violencia son irreversibles. Los parámetros sociales no se retroalimentan de «amor, justicia, ética, compasión» –cualidades todas ellas del alma–, sino de aquellas que llevan el cuño del lado oscuro. El cómo está la sociedad actual no es casualidad. Es fruto de una reingeniería social de los nuevos «amos del universo», interesados en crear una sociedad desintegrada para manipular más y mejor. Nos lamentamos de la desestructuración y la pérdida del sentido de la vida en muchos jóvenes. ¿Hipocresía o desconocimiento? Dándole alas al lado tenebroso se nos empuja hacia una feudalización social donde el alma está ausente: sin ésta no hay arte, belleza, luz ni humanidad, sino «humanoides». Videojuegos sí, pero con contenidos éticos y humanos. Apostemos por un mundo sin violencia, sin guerras ni odio.