
Reyes Monforte
La parte contratante
Vaya por delante mi admiración por el trabajo que está haciendo la Policía en las redes sociales, aunque sólo sea porque sus responsables han logrado, armados únicamente de un lenguaje llano y con toneladas de sentido común, que sus seguidores sean legión y que sus recomendaciones calen incluso entre los más jóvenes.
Quizá por eso su propuesta de que padres e hijos firmen un contrato, de naturaleza más bien virtual o de juguete, comprometiéndose ambos a actuar de una manera responsable, no tiene mucho futuro planteada como se plantea.
Y no porque la idea no sea acertada, sino porque conociendo a los niños de hoy en día, no creo que vayan a hacer mucho caso a sus padres. De hecho, basta que los progenitores sean la parte contratante para que los hijos la desestimen antes incluso de escucharla. Será como presenciar la escena de la película «Una noche en la ópera», cuando Groucho Marx comienza a leer la primera cláusula de un contrato donde «la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte». Y de ahí no saldrán. Y conociendo a los padres, tampoco creo que se comprometan a no leer más que lo estrictamente necesario de los contenidos del móvil o del ordenador de sus hijos, ni a respetar su intimidad. Viendo las cosas que pasan, no los culpo. Hablamos de peligros e incluso delitos lo suficientemente graves como para dejarlo en manos de un contrato de pega que nace con perspectiva de fracaso en el mundo real. Con estos temas, la negociación no tiene mucha cabida. Aunque solo sea porque como defienden los que más acuerdos firman, los contratos están para romperlos. Al más puro estilo Groucho.
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