Restringido

La «pela», hombre, la «pela»

La Razón
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Un destacado diplomático español, que vivió de cerca en Canadá el intento de independencia de Quebec, me confiesa: «¿Sabes cómo paró aquello el Gobierno canadiense? ¡Cortando el grifo del dinero! Ahora nadie quiere volver allí a las andadas». Confieso que llevo varios días dándole vueltas a esta idea, mientras observo cómo se insubordinan los separatistas en Cataluña, arriscados en la irracionalidad. Es inútil pretender que atiendan a razones. Viven envueltos en una vorágine irracional y, por supuesto, antidemocrática. No sólo se saltan la legalidad a la torera y la lógica política, sino que están tan ensimismados que han perdido claramente el sentido de la realidad. Así que no hay razones que valgan, ni concesiones, ni reformas constitucionales, ni otras cataplasmas federales. Esas «soluciones políticas» sólo servirían para empeorar las cosas o, en el mejor de los casos, para prolongar el conflicto. Desde luego, los poderes del Estado están obligados a restablecer ya la legalidad quebrantada con todos los instrumentos a su alcance. Y en eso me parece que se está, con la ayuda obligada de todas las fuerzas constitucionales. Y no se entiende bien qué más tiene que suceder para aplicar el artículo 155 de la Constitución, que está abierto a distintas intervenciones, sin necesidad de llegar a suspender por ahora la autonomía por completo.

Creo que de eso se trata. No es más que una sugerencia desinteresada ahora que todo el mundo propone remedios mágicos y urgentes –la mayoría evanescentes– para salir del berenjenal. ¿Quién ha dicho que a los catalanes les importa menos el dinero que a los ciudadanos de Quebec? Pues eso. Bastaría con controlar la seguridad poniendo los Mossos de Escuadra a las órdenes directas del delegado del Gobierno en Cataluña e intervenir la Hacienda catalana, sometiéndola a una auditoría rigurosa.

Y hasta que se aclare la situación, con las posibles consecuencias penales que hubiera lugar, suspender las transferencias de dinero de las arcas centrales a las de la Generalidad hasta la asfixia, si es preciso. Sólo entonces, los políticos levantiscos, que ensayan estos días el golpe de Estado institucional, chocarán de frente con la realidad y puede que salgan del desvarío. No hay otra solución. Simplificando mucho, el argumento fuerte, lo mismo que en Quebec, es el dinero. ¡La «pela», hombre, la «pela»! Como todo el mundo sabe, de manejar la «pela» entienden un rato los gobernantes catalanes.